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viernes, 30 de abril de 2021

LA CASA DE MI PADRE

 


Imagen del film "La vida es bella" (La vita è bella). Drama, 1997 de Roberto Benigni.
La vida es bella
 fue galardonada con más de 50 premios internacionales, entre los que se incluyen tres premios Óscar, el Gran Premio del Festival de Cannes, el César a la mejor película extranjera y el Goya a la mejor película europea.

"Esta es una historia sencilla, pero no es fácil de contarla. 
Como en una fábula, hay dolor, y como en una fábula,
está llena de maravillas y felicidad".


Nuestra casa tenía
doce tejados.
Mi padre la hizo así
pensando en los doce árboles
que abrazaban el camino a la ciudad de Antigua,
donde él vivió de niño.
Nuestra casa tenía
veinticuatro ventanas.
Mi padre quería
doblemente iluminarse en la luz de cada mes del año.
Él pensaba que hay que mirar
el paisaje desde todos los ángulos,
que el pecho ha de estar siempre abierto
a la danza del corazón,
para aprender a sujetarse
cuando el fuego de la edad ya no es un niño...

Nuestra casa tenía
cuatro puertas abiertas.
Mi padre quería
honrar la memoria de las estaciones.
Y en cada puerta
gravó una palabra aprendida de sus mayores,
con su eco dorado y su trazo imborrable:
"Fuerza"; "Amor";
"Humildad"; "Sabiduría".
Las cuatro esperanzas de su cosecha...
Lo hizo así para recordarnos
que la vida es un abrir y cerrar...
Los ojos, la boca;
el corazón, los brazos...
Y quizás nunca inocentes, nuestra casa sabe
de nuestras travesuras...

Mi padre quería
un diálogo permanente
con el dios soldado que halló
tendido en el camino de sus guerras.
Con las pequeñas piedras de sus errores,
le hizo unos zapatos a nuestra amada casa,
a prueba de llagas, con puros motivos que ya no importan,
porque mi padre quería una casa
que nunca se derrumbara ante la soledad...

Siempre había un descanso para los pies
que llegaban desde otras fronteras,
esperanza para el que traía un nudo en la garganta.
Recuerdo nuestra casa
como un lugar sin horarios y sin fechas;
rodeada de cedros y montañas de punta en blanco
al toque de queda, sin amarguras,
nuestra casa era como un gran barco
infatigable, cargado de almohadas para el desconsuelo.
En el jardín ronroneaban pasos intrépidos,
y miles de luciérnagas bailarinas giraban,
como aquella entre nieves de mi bola de cristal
regalo de mi abuela Yildaryn.
Nuestra casa tenía
cielos traviesos cargados de héroes
que jamás murieron,
viveza insurgente alfombrando los suelos.
Mi padre la decoró así para salvar nuestra infancia
de todas las tragedias que nos perseguían,
también de aquellos tanques de los tristes días...

Nuestra casa tenía
doce tejados,
mi padre la hizo así
para que aguantase las heridas del vivir
y el crujir de los huesos cuando llega el silencio...
Para que aún después de idos todos los recuerdos
de sus paredes garabateadas,
nuestra casa guardara la memoria del tiempo.
Nuestra casa tenía...
¡Oh soledad de la casa de mi padre, no te extiendas
como un amado hasta mi pecho!

💧💧💧

Clarisa Tomás Campa.  © All Rights Reserved.

Note: Este poema está dedicado a mi padre. Pertenece al poemario "La colina es blanca, el pájaro azul", aún inédito. Realmente él supo construir una casa a prueba de terremotos, y apenas con sus manos humanas y su gran bondad. 🐾💧🐾🌱😘 By happy!🙋‍♀️


Gracias, lectores. 🙏
Merci beaucoup à tous!

Pieza musical en memoria del terremoto de 1999 en Izmit, Turquía. Murieron más de 17.000 personas.
Acudieron expertos en salvamento de 19 países, entre ellos 2 equipos de rescate españoles que salvaron muchas vidas. (Hay algo muy personal en esa tragedia). 
Mi padre me dijo una vez: "Cualquier terremoto puede destruir nuestra casa y con él nuestros sueños. Pero lo importante es que el paso del tiempo no destruya lo que fuimos en vida; lo que somos de verdad". Por supuesto mi padre hablaba de la fortaleza del Amor... 

viernes, 3 de enero de 2020

MEMORIA DE UN NAUFRAGIO


 "After the wreck" (Amanecer después del naufragio).
Pintura de William Turner (1775-1851). Paisajista inglés.


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Memoria de un naufragio


   El mar arrojó mi cuerpo a la orilla. Toda yo, blanca como una luna de mayo, permanecí tendida sobre un tiempo muerto; fueron horas, días, o quizás un siglo desvelado de observar la espuma que levantan las olas.
   El sol estaba enfermo o escondido —supuse—, porque no sentí su calor ni el aroma que suele despertar en lo vivo, cuando él se planta. Las montañas eran nubes oscuras en líneas de horizontes amortajados. Y por encima de mí, ni una voz cálida, ni un vuelo de pájaro, ni un pétalo de rosa... Abrí los ojos. Volví a cerrarlos.

   Era el día de Navidad en aquel mundo de orilla urbanita, así me dijo una voz en un francés precario que yo entendí. Magullada y huesuda, sobre una camilla, “rompí aguas” de camino a algún hospital... No sabía de dónde venía ni dónde estaba.

   Entonces, en mi mente cansada, el llanto de un niño recién nacido, llora. Y yo busco a la madre y ella fue a buscar leche y alimentos... Un niño llora y nadie acude. Yo corro a su lado y lo tomo en mis brazos y quiero amamantarlo... Pasan las horas, mis pechos no tienen leche... La madre está buscando en las sombras, remece hojas secas, escarba en la tierra... Y el llanto del niño no cesa y en mis brazos el dolor se hace punzante...
   Comienzo a caminar sonámbula en la noche fría, voy detrás de los árboles que huyen. Me adentro con ellos en el vientre de la montaña, buscamos calor que no nos calcine. Me siento junto a ellos en el Hogar de los que no retornan al mágico camino de la risa. Estamos en silencio, ellos con sus copas cabizbajos; yo, con mis brazos caídos.

   Y de nuevo un llanto de niño recién nacido se cuela entre las rendijas tristes y creo que revivo. Algunas ramas revolotean como si quisieran alcanzar sus gorriones perdidos. Una estrella aparece en la ventana como una pirata legendaria y me guiña un ojo.
—¡Despierta! ¡Es una niña!— Oigo una voz agradable que resuena en mi oquedad, trae una esperanza y pan en un cestillo. A lo lejos, un perro chalanea con el aire, despiertan a las viejas ojeras de los mares.
¡Hemos nacido! —me digo incrédula—. De mi pecho brota leche. El llanto cesa.

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Clarisa Tomás Campa. © All Rights Reserved.

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Gracias, lectores. 🙏
Merci beaucoup à tous!

viernes, 29 de marzo de 2019

UN PIZARRO EN PRAGA



Un Pizarro en Praga


    Detrás de la puerta un pequeño de siete años miraba por el agujero de la cerradura. Se oían pasos agitados, gente corriendo sobre las puntiagudas piedras recién lloradas.
  Un golpe fuerte aporreó la madera. El niño se asustó y apartó su cara. Desde afuera, una voz cruel llamó: «¡Manuel Pizarro!»
  El padre, con los ojos temblorosos, miró al niño y le dijo en voz baja: «Escóndete en el pajar detrás de los burros. ¡Corre!»
  Se abrió la puerta. Se oyó un golpe seco y un: «¡atad al rojo y ponedle la venda bien fuerte en los ojos! ¿Creías que ibas a escaparte? !Tira!»
  El ruido fue alejándose y la calle silenció sus piedras. El niño salió del escondite, corrió hacia la calle hambriento de respuestas. En medio de la calle quedó solo. No había nadie en las ventanas, nadie a quién preguntar. Todas las puertas cerradas.
  Pasaron noches invernales y noches de soledades pálidas sobre la calle sin voz. Pasó el tiempo ojeroso arañando el dolor vivo sobre su piel. El niño cumplió diecinueve años. Dejó de mirar a las piedras asustadas de la calle y dejó de esperar a su padre. Dejó de llorar. Miró sus pies desnudos que ya se hallaban en un camino extranjero...

   Después de doce años trabajando por un trozo de pan para el señor alcalde y dueño de casi todos los olivares del pueblo, decidió cerrar la puerta de su casa huérfana, para siempre. Le dio las gracias al delator por haberle dejado ir al colegio algunas veces, por haberle regalado las ropas usadas de uno de sus hijos durante aquellos años de servidumbre. Pero aquel joven sabía con certeza, que el viejo alcalde jamás redimiría la culpa de aquella noche delatora. Su venganza sería irse lejos y no volver nunca a la patria sin memoria. Una patria que no había tenido interés en contarle las verdades que ocurrieron en las calles empedradas. Aquel año de 1948 se reabrieron las fronteras franco-españolas. Esta noticia fue de vital importancia para muchos jóvenes que quedaron huérfanos por la guerra como mi abuelo Román Pizarro.

  Por último se acercó a despedirse del río Tajo y dijo adiós para siempre al puente de Alcántara. Puente emblemático, aún manchado de sangre en las comisuras de sus piedras, donde en el 36 los fusiladores se jactaban del certero tiro en las cabezas. Desde allí tiraron a su padre y a muchos otros desaparecidos. Pero todo había quedado oculto y mudo, difuminado entre aromas de romero y jara bajo el sueño de Caesarina...

  Muchos años después, mi abuelo, nos contaba historias de la guerra de España, de la noche que se llevaron a su padre para siempre, de las calles de piedras de su niñez, mientras paseábamos por la plaza de la vieja ciudad de Praga. Mi abuelo nos decía con tristeza que, aquella guerra civil nunca se aprendió en las escuelas, y sin embargo, sentía un gran cariño por su tierra natal, estaba muy orgulloso de su origen español y de su apellido “Pizarro”. 
  Él siempre llevaba en las manos un pequeño libro de poemas del poeta Vladimir Holan. Le recitaba a las palomas con mimo, como si quisiera que sus palabras volaran por encima de los tejados y bajaran a beber en el río... Dolor y pena, recuerdos y añoranzas... ¿Quisieras ser de nuevo joven, vivirlo todo de nuevo?". Quizá porque se acordaba de otro río y de otra tierra de pizarras...

  Una tarde de mayo, la mirada de mi abuelo se fue con el río Moldava. Sus últimas palabras fueron: “uno es de donde ha aprendido a vivir”, recordando a su compatriota Max. Las palomas revoloteaban a su alrededor alborotadas, o quizá le recitaban ¿quién sabe? La fina y suave lluvia resbalaba en su cara, brillaba en las piedras del viejo puente...

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Clarisa Tomás Campa. © All Rights Reserved.

Gracias, lectores. 🙏
Merci beaucoup à tous!

(Esta es una historia de España que mi abuelo me contó. La historia está ficcionada para preservar el anonimato).

miércoles, 30 de enero de 2019

LA CERTEZA DEL INVICTO

Imagen del filme: Enemy at the Gates (Enemigo a las puertas), 2001.
Director: Jean-Jacques Annaud. Drama bélico.

"Es triste soñar algo que nunca sucederá".
Vasili Záitsev.


La certeza del invicto


Cuando acabe la guerra
tendré millones de municiones
para guardar en mi caja fuerte del banco.
Tendré más tanques para adornar el salón,
bien abrillantados, junto al piano.

Mis amigos vendrán a mis fiestas gloriosas,
vestidos con sus fusiles nuevos,
celebraremos la buena muerte y la sangre copiosa,
cantaremos guerras preciosas...

Seguro que millones de muertos estarán satisfechos,
me ocupé bien de ellos, los maté hábilmente...
Reconozco que la guerra me ha sido fiel a diario,
no tuve que sangrarla casi nada,
ella siempre a mi lado dilecta, bien armada,
amante encadenada...
Jude Law y Rachel Weisz

Algunos dirán que tuve la suerte del principiante,
la guerra ha sido buena conmigo, y yo, agradecido,
siempre he procurado aplastar bien las cabezas.

Y si alguno lloraba en la cuna muerto de miedo,
traía mi obús preferido
y le cantaba por los aires.
¡Qué narices, a preciso no hay quien me gane!
Pero es impresionante cuántos dientes tienen las bocas...

Cuando acabe la guerra nadaré
en un mar de fortuna,
los jardines marinos serán mis deudores eternos
por cuánto me esforcé,
por cuánto tuve que matar
para mantener sus estómagos bien llenos...


🌸🌸🌸

Clarisa Tomás Campa. © All Rights Reserved.

*****
Gracias, lectores. 🙏
Merci beaucoup à tous!

Millones de  gracias, lectores.
Un million de grâces et des millions de sourires.

Hablando de guerras...
Enemigo a las puertas es una adaptación de la novela homónima escrita por William  Craig, basada en un hecho real que relata la historia de dos francotiradores opuestos. Vasili Záitsev por el lado soviético, y por el lado alemán, el Mayor König, durante la batalla de Stalingrado en 1942.
Esta guerra real acabó cobrándose casi cuatro millones de bajas. No obstante, como bien sabéis, la guerra es, sigue siendo, la protagonista perpetua y la única que cuenta victorias.
Fragmento del libro y del filme, donde Danilov (oficial encargado de la propaganda soviética), se lamenta...
"El hombre nunca cambiará. Nos hemos esforzado tanto en construir una sociedad equitativa donde no hubiera nada que envidiar al vecino... Pero siempre hay algo que envidiar. Una sonrisa, una amistad, algo que no tenemos y de lo que queremos apropiarnos. En este mundo, incluso en el soviético, siempre habrá ricos y pobres, gente con esperanza y desesperados, ricos en amor y pobres en amor..."
🌱🌱🌱
Clarisa Tomás Campa. © All Rights Reserved.

miércoles, 6 de abril de 2016

LLUEVE TRISTEZA

Imagen: Pintura de Nicoletta Tomas Caravia.
http://www.nicoletta.info/
 "Por qué tomas, Tristeza,
del ojo del halcón el ansia clara?
¿Es para darle luz a la luciérnaga,
o, en la noche sin luna,
teñir sobre las costas de sirenas
a la salada espuma?".

"O Sorrow,
Why dost borrow
The lustrous passion from a falcon-eye?
To give the glow-worm light?
Or, on a moonless night,
To tinge, on syren shores, the salt sea-spry?".
John Keats.


Memoria refugiada. Muelle de Poniente, 16:30 p.m. Una gaviota presume sobre un mástil.
Y yo escribo en mi diario lo que el mar calla...

Hoy es un día triste para mí, pero trasmitir tristeza no quisiera. El día está de abril, cantan las aves, la lluvia nos regala su desplome con calidez de aromas y frescura. Aquí – como Serrat – , tras los cristales, converso con mis tristes maravillas...

Tengo la suerte de tener ventanales, ventanas amplias y altas cual un faro; vivo en la torre Meridional de Azur, donde la vida canta su balada sincera. Hoy pasan barcos ajenos al derrumbe, y se ha llenado el malecón de golpes de pájaros ciegos que en él se parten. Allá, más lejos, algunas ciudades se desploman y arden... La mía, hace tiempo que lucha por mantenerse viva... Ay, ¡Mediterráneo, que no me perteneces!

Hay una niña que siempre sale a flote, mitad sirena, mitad alada, y con sus brazos liados en jazmines, me hace señales en la ensenada inquieta. Todas las tardes, todos los días, la niña toca con su voz mis cristales y canta dulce y luego calla...
Yo me pregunto: ¿Qué hará el mar con su dulzura eco?... Llueve. ¡Quizá es el mar que llora a cielos!... Lágrimas vivas en los cristales, porque la lluvia también es sangre, también es savia; dolor de huesos y de cortezas. Llueve Tristeza.

Que no es tristeza por mí ni es única. Es pesadumbre por tanta grieta, palos, astillas; pieles que flotan sin sus costillas... 

Observo a veces, que el mar se inclina y se tambalea. Pasa un sudario con mil camisas; fauna, embarrada de su martirio; bosques enteros con sus montañas; sabana mansa con su condena... Trozos de puentes, calles abiertas... Pasa un cóndor que tuvo suerte, vuelve a su nido sobre los Andes. Pasa un crucero sobre cadáveres, corta la brisa rumbo a Caimán. Tres farolillos bajo la lluvia, y el mar aguanta el dolor del mundo: dolor ausente. ¿Se partirá?...

Hoy la Tristeza buscaba cómplices, quería un poema para jugar... ¡Tantas tristezas que van y vienen! Las de este lado de la frontera, aquellas silentes de más allá... Tristezas nuevas, intemporales; las siempre eternas, las extranjeras. Quizá Tristeza buscaba versos trágicos en el refugio lírico, para sentir otra tristeza compañera; otro canto viajero de los tiempos, como una balada triste de Keats.

Texto poético del libro (inédito) "Palabras de nieve y sal" de Clarisa T. © All Rights Reserved. 
Gracias.
💧💧💧

Comparto con vosotros un fragmento del libro de Antología Poética del poeta inglés John Keats, que ¿a quién no le ha emocionado alguna vez?
Qué hay mejor para tardes lluviosas que la lectura de una oda iluminadora, sin duda, en la memoria de todos aún suena aquella maravilla (entre tantas suyas): Ode to a Nightingale (Oda a un ruiseñor), que tal vez otra tarde de lluvia, escriba aquí.


Libro IV (Fragmento) de John Keats. "A la tristeza". 🌸

(…) “A la Tristeza
le di los buenos días,
y creí que la dejaba atrás.
Ay, pero alegremente, alegremente,
me quiere con ternura;
es tan leal conmigo y tan gentil...
La engañaría
y la abandonaría, pero, ay, ¡es tan leal y tan gentil!

Al pie de mis palmeras, junto al río,
llorando me senté, mas no hubo nadie
en todo el ancho mundo que inquiriera
la razón de mi llanto;
así, de los nenúfares los cálices
continué desbordando
con lágrimas heladas cual mi miedo.

Al pie de mis palmeras, junto a río,
llorando me senté, ¿qué amante novia,
engañada por un galán oscuro
venido de las nubes,
no se esconde y se oculta
bajo oscuras palmeras junto al río?

¡Y vi al Egipto osirio arrodillarse
a los pies de la corona de pámpanos!
¡Y a la abrasada Abisinia cantar
al compás de los címbalos de plata!
¡Vi cómo, avasallando, la vendimia
por la vieja Tartaria penetraba!
A los reyes de la India humillar
sus enjoyados cetros,
y esparcir sus tesoros
en granizo de perlas.
Desde su cielo místico, el Gran Brahma
gruñe y sus sacerdotes se lamentan;
ante tanto guiño de Baco palidecen.
A esta regiones arribé siguiéndolo,
cansada y desesperanzada. Tuve
deseos de perderme en estos bosques
terribles sin compaña.
Ya te he dicho cuanto puedas oír. (...)

¡Ven, pues, Tristeza!
¡Dulce Tristeza!
En mi pecho te acuno como a un hijo:
pensé en abandonarte
y engañarte,
pero hoy eres lo que más quiero en el mundo”.

(Traducido del inglés por Antonio Rivero Travillo) Ed. Alianza Editorial, 2016.

🌸🌸🌸
Clarisa Tomás Campa.  © All Rights Reserved.

Gracias, lectores. 🙏
Merci beaucoup à tous!