Había una vez...
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Clarisa Tomás Campa. © All Rights Reserved.
Había una vez...
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Clarisa Tomás Campa. © All Rights Reserved.
Endless
Yo habitaba en un desierto
esperando ver flores.
La vida era en mí una rama sin hojas,
y al verte, mi alma, volvió de regreso.
Mi refugio de luz,
mi primer pensamiento,
mi esperanza elevada en las olas.
En el atardecer, revolotea la tristeza
en los verdes espinos,
nada destruirá la fiel primavera
que tengo contigo...
Reclamo tus ojos
mientras cruza una estrella
temblorosa hacia el sur,
mi voz chalanea con el viento de orillas.
Estás lejos de mí atrapado en el ártico
y tu remo incansable,
pero pronto vendrás, quizás en la noche...
Revivo principios y aprendo a vivir
como el árbol que sabe
que hacia el sol se encamina...
Ahora que han pasado cosechas y ríos
sobre nuestras cabezas,
mi corazón te llama
prendido de sueños en mi alma de pájaro.
Tú eres mi canto de supervivencia,
sólo contigo mi ser es profundo.
Quizá nuestra historia jamás se doblegue,
aunque acaben los días y las hojas no beban...
Músicas avanzan por mi piel, tus secretos
desde lejos me llaman,
tu voz fluye como las bellas canciones
que nunca se rinden,
es un cesto de besos riendo en la boca,
en el breve milagro que inflama raíces.
Amado que agitas mi anhelo, ¡ven pronto!
¿Será interminable nuestra cita de amor?
Todo ha cambiado por fuera,
no hay ritmo en las calles,
las sombras destruyen, pero dentro de mí
triunfas inagotable,
dulce violín bajo el cerco de luna.
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"Todos me cuentan que alguna vez
estuve aquí,
siendo gota en la sangre...".
Clarisa T. (Del libro Entre dos tierras, nov.2015).
Sur le Champ de Mars
Háblame de ti, te escucho, extranjero.
Sé que has llegado
a esta ciudad buscando a los dioses.
Sé que en tu sangre crece el roble del Kurdistán
y en tus manos, un poema de amor llueve...
La gente vive
en casas de colchón mullido,
en las calles sólo quedan migajas
de un ramo de rosas que alguien desechó.
Yo también llegué como tú
con intensas canciones en los hombros.
Ahora canto silencios
en los ángulos llanos,
en la cola del sufrimiento
espero mi trozo de paz.
Mi corazón se diluye
en el gemido del universo,
y no imagina el destierro profundo
porque aún sueña con el reino imaginario...
¿Puedes imaginar un cielo sin estrellas?
Yo creo que los dioses observan nuestros cantos
aunque desde esta distancia no lo parezca...
Háblame de ti, te escucho, extranjero.
La gente vive dentro de sus máscaras
con la frívola indiferencia y sus caros perfumes.
Tú sólo eres un hijo de la guerra;
yo sólo soy otra hija expatriada...
Los cristales se agrietan
cuando tú y yo pasamos,
estamos acostumbrados
a los añicos del cielo.
La gente está en sus casas
adornada de ojeras,
pervive con los ojos cerrados.
El perro vagabundo saborea y relame
un croissant que acabó en las aceras...
Háblame de ti, te escucho, extranjero.
Sur le Champ de Mars
el tiempo se para a escuchar leyendas
de frutos picoteados,
y perdona la prisa de la hierba.
Has soportado tanta malicia,
tantas puestas de sol aterradoras,
que estás preparado para
que te incrusten la corona del solitario.
También yo estoy dispuesta
para besar tu blanco acento
a los pies de la Grande Dame.
Deseo quemar mis dolores de aguja
y el poema que arrastro.
Deseo rodar sobre nubes sedosas
en tus brazos llovidos,
y arrancar, gota a gota, el llanto esculpido
en las mudas cabezas de los astros.
Y una vez más, esa gloriosa, ¡gloriosa!
sensación de escalar una boca amapola,
hasta el límite del ardor
como un sol sin complejos...
Háblame de ti, te escucho, extranjero.
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Clarisa Tomás Campa. © All Rights Reserved.
"Recuerda, si hay tormenta, habrá arcoíris".
Proverbio africano.
Samburu
¡La belleza es una luciérnaga de oro!
Por el camino a Samburu
encontré corazones sensibles
y valles donde el arcoíris canta.
Las acacias delgadas
y la flor amarilla
se mecían entre polvaredas
y soles caminantes.
La fauna dorada se dejaba
ver por las veredas
en busca del lecho fresco.
Y allá, en la manyatta,
la vida poblaba fértil y roja.
Al atardecer las colinas
se pintan de ocres y frutos maduros,
en sus cimas secretas,
los veleros alados ondulan
sin temor a la noche.
Yo también fui pluma nueva
con su propio dominio pasajero,
irisada en los lugares sagrados
sin prisa de volver.
Mi corazón suspiró como la presa
que escapa de la jaula y vuelve al vuelo.
Ya estoy donde quería, ¡tierra ceñida
por ojos que desbordan!
Alzada fui hasta el himno del Poeta,
una luz asomaba, sonreía...
Abrí los ojos al color de aquellas
voces transparentes. Amanecía...
Clarisa Tomás Campa. © All Rights Reserved.
"Si je change, tout change"
Nochebuena
Sobre las blancas colinas
el viento ruge como un soldado
en el dolor de su último combate.
Es un rugir puntiagudo
que llega suavemente
en la noche de cándidas estrellas.
Todas las puertas permanecen cerradas,
todas las ventanas con sus candados.
Todas las bocas celebran la intensa
cosecha de los mundos torcidos.
Rutilantes campanillas,
campanean... ¡Din, don!
En un cesto, junto al fuego abrasador,
las babilonias disfrutan los festines
desprovistos de todo amor,
mientras la intemperie congela
miles de peladuras de naranjas
y un sin fin de sufridas astillas.
Pero en mi corazón,
el ave de hoja blanca emprende
un vuelo acostumbrado a soñar.
¿A dónde irá en la noche chispeante
de inciensos, sola con su trueno?
Dicen que hay silencios tan hondos
que no quieren salir de su rincón,
por temor a dejar de velar
el gemido del viento en las llanuras.
Que hay aves que nunca guardan
alientos para la vuelta,
porque saben que el regreso
es un valle de espeso olvido.
Que hay ojos que jamás se abren
por miedo a despertar en lugares sin risas.
Que hay flores que no asoman
por espanto a ser bocado de alguna maldad.
Quizás el Corazón universal
es tan sólo un aprendiz de astro,
abrumado por la distancia etérea
entre su ojo derecho y su ojo izquierdo.
Un minúsculo grito
que duele sólo en el Alma.
Un tierno tallo que se rompe, sobrecogido,
por todas las canciones desprendidas de la noche.
Y en su centro original,
él celebra sin bullicio,
junto a todos los nacimientos
que caben en sus ojos,
el amanecer de la soledad del perro,
de la inocencia en abandono,
de la tristeza del cordero en la mesa de Navidad...
Mi corazón, acostumbrado al eco
de la fiesta mundana,
no suena en esta noche divisoria y fugaz.
Quiere temblar en hojas de algún tesoro intacto
pero se desfigura como Luna en el caldero.
Abraza una esperanza escapada, quizás,
de aquella huella que un niño acuna.
Alcanza una planicie con diminutas cruces
hollada de palabras que quieren nacer,
y encuentra lo buscado, ¡allí, allí!
Donde duerme el lucero que dejó de brillar...
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Viernes de aniversario
Hoy puedo hablarte
de la duda y de la herida, de mis años sin ti
en busca de hogar.
De las bocas de los peces
cuando vienen a nadar en el desvelo.
Del diálogo ingenuo que inicie con tu aroma,
cuando yo era una pregunta
y la tierra un gran trébol de hojas de arena.
Te puedo contar las mil y una historias
de los muertos de amores allá en sus nevadas,
sus calvas siluetas al vaivén del destierro.
De todo lo que le oculté a la perla del iris
para no hacer brotar en la piedra una llama.
De todo lo que barrí en mi triste tejado,
bajo miedos colmillos y aves despiertas.
Quizás tú no sepas que ya entonces te amaba,
cuando mi voz era apenas un lirio
y el agua un jilguero de valle en valle.
¿Te he dicho que te amo?
A veces olvido
que tú eres mi silencio entreabierto,
la aurora que nace en mis hombros
sólo con pensar en tu sonrisa.
¿Te he dicho que te espero
en el mismo lugar donde nacimos?
En la calle, el viejo Anatoli toca su balada
de mundos caídos, las pequeñas
luces de los adoquines
se arremolinan alrededor de sus dedos,
igual que el arrullo del Dniéper
en las faldas, en las piernas.
Pero mis ojos te buscan en los que vuelven
después de un día de remos.
¿Te he dicho cuánto te amo?
A veces se me olvida que vives en mis labios...
El té se enfría en la taza, ¡acaba el viernes nuestro!,
mi corazón se cala, la araña teje y teje.
Releo tu mensaje:“¡Voy!”. ¿No te quedan palabras?
Tomo un sorbo de aire —baja al fondo de mí—,
sabe a ciudad sin muros, a puerta que se abre...
Dorada primavera de corona floral, ¡el tiempo era un ingenuo!
¡La hierba estaba espléndida ese día de amor!
¿Te he dicho que te amo?
Cenizas de acuarelas
bañan el musgo frío, un bosque se evapora,
duerme el fuego del mundo.
Sobre el viejo acordeón un canto puebla, sueña...
Tu maleta se acerca, da saltos,
se adelanta tu acento en su ternura,
ilumina la escalera como un pájaro de luz.
De blancos castaños, en Kyiv el cielo es alto,
la nube que era espera se diluye,
ya desnuda, ya sin ruido.
🌹🌹🌹
Avec tout mon amour pour mes amis lecteurs. Avec amour. Toujours l'amour. Merci!🌹😘📚
З усією любов’ю до своїх друзів-читачів. З любов'ю. Завжди люблю. Дякую! 🌹