miércoles, 16 de noviembre de 2016

EL DURMIENTE DEL VALLE

Rimbaud a la edad de 17 años, fotografiado por Carjat (1871)

"Par les soirs bleus d'été, j'irai dans les sentiers,
Picoté par les blés, fouler l'herbe menue:
Rêveur, j'en sentirai la fraîcheur à mes pieds.
Je laisserai  le vent baigner ma tête nue".
Sensation. (Mars 1870)


Libro: Poesía (1869-1871)
Edición bilingüe: Introducción y notas de Carlos Barbáchano.
Alianza Editorial
#Literatura


El durmiente del valle

Poema (soneto contra la guerra) de Arthur Rimbaud

« Hay un claro del bosque donde canta un río
que engancha locamente a las yerbas harapos
de plata; donde el sol, desde el monte orgulloso,
brilla: un pequeño valle que rayos espuma.

Un joven soldado, con la boca abierta, la cabeza al aire,
y la nuca bañada por el azulado y fresco berro,
duerme; está tumbado en la yerba, bajo la nube,
pálido en su verde lecho sobre el que llora la luz.

Duerme, con los pies entre los gladiolos. Sueña,
sonriendo como sonreiría un niño enfermo:
Naturaleza, acúnalo cálidamente: tiene frío.

Los perfumes no estremecen su nariz;
duerme al sol, con la mano sobre el pecho
inmóvil. Tiene dos orificios rojos en el costado derecho.»


Le Dormeur du val
C'est un trou de verdure où chante une rivière
Accrochant follement aux herbes des haillons
D'argent; où le soleil, de la montagne fière,
Luit: c'est un petit val qui mousse de rayons.

Un soldat jeune, bouche ouverte, tête nue,
Et la nuque baignant dans le frais cresson bleu,
Dort; il est étendu dans l'herbe, sous la nue,
Pâle dans son lit vert où la lumière pleut.

Les pieds dan les glaïeuls, il dort. Souriant comme
Sourirait un enfant malade, il fait un somme:
Nature, berce-le chaudement: il a froid.

Les parfums en font pas frissonner sa narine;
Il dort dans le soleil, la main sur sa poitrine
Tranquile. Il a deux trous rouges au côte droit.
(Octobre 1870)
💚💝💙💜💛

La magia de su lenguaje y sus imágenes.
Cuando lo normal hubiera sido que el soldado descansara apaciblemente en medio de un esplendoroso día, Rimbaud nos recuerda la estupidez y el absurdo de la condición humana. Pocos testimonios poéticos contra la guerra que alcancen la fuerza expresiva de estos pocos y magistrales versos.
Su corazón ha dejado de latir. La inmovilidad de su cuerpo en violento contraste con la explosión de vida que rodea el cadáver.

Rimbaud, convertido en poeta demiúrgico, hará – como casi todo artista moderno – de la poesía una religión. Su intento fue el de «cambiar la vida» por mediación del verbo poético. Así será considerado por algunos como Roland Barthes como el primer poeta moderno y no Baudelaire.
En su carta a Demeny, convencido, le confiesa: « la poesía ya no pondrá ritmo a la acción; estará por delante».

Un poeta de gran pureza, que luchó a lo largo de toda su trayectoria contra la cultura cristiana, contra la nueva moral que el cristianismo impuso en la tierra. Léase su obra, compréndase su drama, su desgarrada lucha – en la cual perecería – contra los pilares de la sociedad burguesa.

Pero nadie puede negar hoy en día que, hace poco más de un siglo, un adolescente, casi un niño pero también casi un hombre, Jean-Arthur Rimbaud, renovaba, a través de la lengua francesa, gran parte del lenguaje poético occidental. Para algunos, en una supuesta intraducibilidad, pero aunque sí es dificilísimo, sin embargo, como dice Carlos Barbáchano en su introducción: es traducible porque la mejor biografía que sobre él se puede escribir se encuentra en su propia obra: «en su ascendente poesía llena de significados».

Para mí, no hay cosa más triste en la vida que cuando los hombres empiezan a "guerrear". En ese momento, todo se pierde... Quizá la poesía, la música, el arte, sí llegan y alcanzan...


Gracias, lectores. 🙏
Merci beaucoup à tous!

domingo, 9 de octubre de 2016

LAS MONTAÑAS DE BUDA


"Aprender a vivir es
aprender a desprenderse".
Sogyal Rimpoché,
El libro tibetano de la vida
y la muerte.

Invitación a lecturas.
Libro: Las montañas de Buda
Autor: Javier Moro
Páginas: 273
Ilustración: Javier Masero
Ed. Círculo de Lectores, 1997 (Por cortesía de Ed. Seix Barral, 1997)

Libro al que vuelvo de vez en cuando, cuando no quiero olvidar los males de la “invasión”, con todas sus crueldades y que parecen eternos...

Las montañas de Buda narra el periplo de Kinsom y Yandol, dos monjas budistas de quince y diecinueve años condenadas a la terrible cárcel de Gutsa por cantar en público consignas independentistas.
Su historia es la historia de los juicios sin garantías y las torturas escalofriantes; el drama que, tras cuatro décadas de represión, sigue acechando a los miles de tibetanos que sueñan con la libertad y no acatan la doctrina de la República Popular China.
Novela que también es denuncia, en la que Javier Moro a través de esta hermosa historia, va reconstruyendo la historia verídica y silenciosa de dos jóvenes que mantienen encendida la llama de la fe y la dignidad de un pueblo milenario.

CAPÍTULO III
DÍAS DE LUNA Y DE VIENTO
(Fragmento) de libro: Las montañas de Buda.

(…) « En 1993 había siete millones y medio de chinos por seis millones de tibetanos. Una invasión demográfica que resulta cada día más catastrófica para el Tíbet. Hordas de chinos inmigran al país de las nieves siguiendo las consignas de los jerifaltes del partido comunista. Para que olviden los prejuicios de que el Tíbet es un desierto helado poblado de salvajes se les ofrecen jugosos incentivos: tres y cuatro veces el salario que ganan en China, créditos sin interés, alojamiento garantizado, abundantes permisos y vacaciones y hasta una especie de « subvención para respirar», un incentivo que compensa el hecho de que el Tíbet esté a cuatro mil metros de altura. Bosques enteros son talados para construir asentamientos chinos; bloques de cinco y seis pisos con luz y agua corriente surgen en todas las ciudades desfigurando el paisaje. Los barrios tibetanos disponen de electricidad sólo durante tres o cuatro horas, y eso a condición de que haya barrios chinos en la proximidad. De no ser así, no hay luz. Los inmigrantes se quedan con los negocios tradicionales tibetanos, como los restaurantes, las sastrerías, la construcción y las carpinterías. Así crece el número de mendigos. Uno de los efectos perniciosos de todo este proceso es que los tibetanos empiezan a dudar de su propia cultura, y en ocasiones hasta se avergüenzan de ella.

Esta invasión va acompañada de una política de genocidio sistemático. Nadie escapa a la inhumanidad de las medidas de control de natalidad, reforzadas desde un  informe de la Academia de Ciencias Sociales de Shanghai en 1989 aconsejó crear una fuerza especial de policía para practicar abortos en mujeres pertenecientes a minorías nacionales con una población de más de quinientas mil personas. Equipos sanitarios recorren el país de las nieves para hacer cumplir la ley. A esos equipos se les ofrecen incentivos económicos para realizar el mayor número posible de esterilizaciones y abortos. Hay testigos de escenas atroces en las que grupos de mujeres, incluso niñas de trece y catorce años, son llevadas a la fuerza en camiones hacia una clínica. En las zonas más apartadas, donde no hay hospitales, equipos de médicos y enfermeras chinos circulan en jeeps, seguidos por una camioneta que transporta el material. Parten en viajes de tres o cuatro meses y van de pueblo en pueblo buscando mujeres embarazadas de un tercer o cuarto hijo, a veces de un segundo. Al final de cada viaje, llegan a asumir unos dos mil casos. Los informes que denunciaban la realización de abortos forzados en mujeres en gestación avanzada fueron confirmados cuando aparecieron fetos de tres, cuatro y cinco meses en cubos de basura del hospital de Chamdo. El proceso ha llegado aún más lejos, hasta el aniquilamiento de recién nacidos de familias que ya cuentan con dos hijos. La madre da a luz, oye el llanto de su bebé y, una vez relajada y despierta, se entera de que su vástago ha muerto durante el parto. Una doctora tibetana ha confirmado que bebés sanos, bien formados, son sumergidos en cubos de agua y ahogados nada más nacer. «Las madres pierden la cabeza», agregó. Un médico chino, entrevistado por un comité investigador de derechos humanos, admitió que se vio forzado a matar a recién nacidos para cumplir su cuota de abortos. De lo contrario, hubiera perdido el plus económico fijado por tal actividad y se hubiera visto relegado profesionalmente. Para los tibetanos, que viven intensamente su fe budista, en la que acabar con cualquier tipo de vida constituye una terrible transgresión, el efecto de las medidas de control de natalidad es traumático y devastador.»

Un anciano cantaba:
...Nunca olvidaré el rostro de mis padres.
¡Oh, Joya de Sabiduría!
Mi país no lo han vendido, lo han robado...

🌸🌸🌸

Clarisa Tomás Campa.  © All Rights Reserved.

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jueves, 6 de octubre de 2016

LAS CÁRCELES DEL ALMA


"El sol de otoño hacía ondear
ligeros velos dorados,
 río abajo sobre el Danubio (...)."

Capítulo II. Las cárceles del alma.
Lajos Zilahy

Invitación a leer. ¡Buena lectura!

Hoy estuve de mudanza, y al empaquetar algunos libros, cogí Las cárceles del alma y lo abrí por el marcapáginas que aún permanecía en su sitio... Recordé este poema señalado desde hace tiempo... Quizá desde un día, cuando yo también escribí un poema que hablaba de ausencias...  De otro Péter... Otro tiempo, otra ciudad, otra historia...
No sé a vosotros, pero a mí me pasa que recuerdo algunas lecturas no por los acontecimientos que narraban, sino por los propios que viví cuando leía esas historias...     También me pasa con algunas películas.

Las cárceles del alma de Lajos Zilahy.
Es una novela importante de la literatura húngara del siglo XX. Narrativa realista y social que retrata la burguesía húngara de la época, pero también los problemas específicos de la vida moderna: la rebeldía, la guerra, la crisis económica, los conflictos humanos.
La novela cuenta el idilio vivido en 1913 en la ciudad de Budapest entre el oficial Péter y la joven Miett así como su boda, y cómo todas sus expectativas quedarán truncadas al poco por el estallido de la Primera Guerra Mundial. Péter será capturado en el frente ruso, y Miett conocerá a otro hombre...

Dos cautivos (Két fogoly) fue publicado en España con el título: Las cárceles del alma, (1926).
Este poema es un fragmento de la carta que Miett le escribe a su esposo, Péter, cuando estaba en prisión, pág. 272 . Ed. Círculo de lectores, (1982).


"En la casa vivimos nuestras vidas de antaño,
el reloj da las horas, y la lámpara, luz.

En Tobolsk, allá lejos, cantan ráfaga y viento,
y no hay otra cosecha que los copos de nieve.
Con mi alma encendida de pasión, atravieso
el océano inmenso de la estepa mongol.
Por encima de las nieblas, de abismos y de mares
doy mi mano a la tuya, de vencida tristeza.

Estas líneas te envío por correo de nieblas:
¿Llegará a tus manos, oficial en prisión?
¡Qué infinitos resultan los desiertos mongoles!
¡Muchos miles de leguas son tus muros de cárcel!"

🌸🌸🌸

Clarisa Tomás Campa.  © All Rights Reserved.

📚👀📚Me referencian 📢 el la Wikipedia. ¡Gracias a los articulistas! https://es.wikipedia.org/wiki/Las_c%C3%A1rceles_del_alma#Referencias  

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domingo, 2 de octubre de 2016

LA HIGUERA

Imagen: Juana de Ibarbourou. Poeta y escritora uruguaya, (1892-1979).

"¡Hoy a mí me dijeron hermosa!"


   Hace unos días recibí una crítica sobre mi segundo libro publicado. Era de un lector que lo había leído y tuvo la amabilidad de escribirme a la dirección de correo que mantengo pública, para darme su opinión. 
   Reconozco, y por eso la hago pública en esta entrada, que su crítica tan formal me conmovió. Él fue breve, pero sus palabras me han emocionado. Dejo aquí su mensaje...

«Estimada escritora,
hoy terminé su libro de poemas: "Entre dos tierras".
El sabor que ha dejado en mí ha sido agradable, como el de la fruta cuando está en su sazón.
Creo vislumbrar en su escritura, una belleza singular, que al igual que una higuera a simple vista, no es tanto en su apariencia, sino en el fruto y el aroma que deja. Así, considero que la lectura de su libro me ha devuelto algo que hace tiempo perdí: el aroma olvidado de la buena poesía natural.»
   Gracias por este reencuentro.
   M.I
   Saludos desde Cadaqués.
💚💛💙🧡💜

No sabría describir bien lo que sentí al leerlo, quizá agradecida, como aquella higuera desapercibida del hermoso poema de Juana de Ibarbourou.

LA HIGUERA 
   Porque es áspera y fea,
porque todas sus ramas son grises
yo le tengo piedad a la higuera.
  En mi quinta hay cien árboles bellos:
ciruelos redondos,
limoneros rectos
y naranjos de brotes lustrosos.
   En las primaveras
todos ellos se cubren de flores
en torno a la higuera.
   Y la pobre parece tan triste
con sus gajos torcidos, que nunca
de apretados capullos se viste...
   Por eso,
cada vez que yo paso a su lado
digo, procurando
hacer dulce y alegre mi acento:
«Es la higuera el más bello
de los árboles todos del huerto.»
   Si ella escucha,
si comprende el idioma en que hablo,
¡qué dulzura tan honda hará nido
en su alma sensible de árbol!
   Y tal vez, a la noche,
cuando el viento abanique su copa,
embriagada de gozo le cuente:
   -¡Hoy a mí me dijeron hermosa!


   Poema de Juana de Ibarbourou. Escritora y poeta uruguaya (1892-1979). En 1929 recibió el título de "Juana de América". Poeta considerada del Modernismo. Su obra en verso y en prosa es amplía. Primeros libros publicados: Las lenguas de diamantes, (1919); Raíz salvaje, (1922); La rosa de los vientos, (1930). 

Clarisa Tomás Campa.  © All Rights Reserved.
Gracias, lectores. 🙏
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lunes, 26 de septiembre de 2016

CONDENADO A REVIVIR



   Hola a todos: Invitación a lecturas.

   Quiero compartir con vosotros un nuevo libro. En este caso, mi amigo Nino Ortea ha terminado su trilogía: " Donde habita el recuerdo". 
   Esta última entrega lleva por título: "Condenado a revivir".
Me ha parecido todo un logro el completar la trilogía sobre la vida de Fernando, a partir del trágico fallecimiento de sus padres a la edad de once años, durante la celebración de su cumpleaños. 
  Primera y segunda entrega: "Castigado a vivir" y "Obligado a convivir" que también están disponibles en Amazon.

  Nino Ortea nos retrata a través de un relato costumbrista, la historia de Fernando, encuadrado en los acontecimientos de la España reciente, con "guiños" (como él dice) a esa etapa pasada con sus dificultades, controversias y singularidades.
   Su narrativa es amena, fluida, casi silenciosa. Me gusta lo que percibo bajo cada palabra, que va poco a poco dejando el hermetismo interior del personaje, para permitirnos ver cuánta inquietud guarda por conocer y saber sobre su propia inconformidad, y los hechos que le rodean. Esta es una de esas historias que merecen ser leídas.

   Los inicios para un escritor suelen ser difíciles, al menos para los auto-publicados. Y no es que Nino haya empezado hoy este camino. Él lleva escribiendo artículos, relatos, cartas y reseñas desde hace años en su blog y en publicaciones  varias, y a través de amazon. 
   Os animo a leer a este autor tan interesante y genuino. 

   Si alguien tiene interés por sus escritos, les dejo aquí el enlace a su blog:


Enlace a su último libro y los dos anteriores:


   El hecho de escribir ya me parece algo interesante y misterioso. ¿ Qué busca el escritor en el universo de las palabras? ¿Qué pretende encontrar, o tal vez, descubrir? ¿Qué le anima a mirar cara a cara a Fantasía? ¿O es ver a Realidad, lo que pretende? Le debemos un canto a ese mundo visionario donde cada escritor escribe su visión y a su modo.

  Un canto apasionado, delicado, más allá de lo aprendido y con el pleno uso de la objetividad.
Un canto explorador, como aquel que Novalis le dedicó a la noche:
Fragmento del libro: "Himnos a la noche" de Novalis.

" A su fin se inclinaba el viejo mundo. Se marchitaba el jardín de delicias de la joven estirpe - arriba, al libre espacio, al espacio desierto, aspiraban los hombres subir, los que ya no eran niños, los que iban creciendo hacia su edad madura. Huyeron los dioses, con todo su séquito - . Sola y sin vida estaba la Naturaleza. Con cadena de hierro ató el árido número y la exacta medida. Como en polvo y en brisas se deshizo en oscuras palabras la inmensa floración de la vida. Había huido la fe que conjura y la compañera de los dioses, la que todo lo muda, la que todo lo hermana: la Fantasía." (...) Pág. 14. Ed. Orbis, 1982. (Traducción y notas de Eustaquio Barjau)

  Gracias por vuestras lecturas. (Nosotros, los que huimos de escaparates populosos y  los tumultos, los que vamos con nuestra obra sin más envoltorios bajo el brazo).

Clarisa T.

Gracias, lector.


jueves, 22 de septiembre de 2016

FORTUNA E INFORTUNIO DE WADADJÉ



Del libro: 
Contes et légendes de la Corne de l' Áfrique (Cuentos y leyendas del Cuerno de África).
Autor: Yves Pinguilly.
Ed. Anaya (2003).
Ilustración: Tino Gatapán.
Traducción: María Durante.

Entre el mar Rojo y el Nilo Azul, al este del continente africano, El Cuerno de África constituye un mundo aparte...
(…) todavía allí, hoy en día, existen lugares donde los cuentos y las leyendas siguen confundiéndose con la vida real”.

Hoy os comparto este precioso cuento (IV) del libro de Yves Pinguilly, libro que es una maravilla y que desde aquí lo recomiendo. Por supuesto, a los que estén interesados en la cultura africana y sus leyendas.
🌱🌱🌱

Fortuna e infortunio de Wadadjé

    Tal vez aquel fuera el país en el que los hombres leían el porvenir en las entrañas de las vacas... Siempre conviene estar enterado de las costumbres de un lugar antes de visitarlo.
   Varias veces al día, Wadadjé contaba y volvía a contar los ochenta táleros de plata y las veinte monedas de oro que tenía en el bolsillo. Caminaba, sin decirle a nadie si peregrinaba a La Meca o a Lalibela. El caso es que llegó a una ciudad, y allí se quedó a descansar y a pasar la noche.
   Al día siguiente, después de tomar unas gachas de avena y manteca, se disponía a reemprender el camino cuando, por primera vez aquel día, se le ocurrió volver a contar su fortuna. Nada. Tenía el bolsillo vacío. Por más que metió en él la mano izquierda, después de haber metido la derecha, allí no había nada. No tenía la ropa rota y no se la había quitado para dormir, y se había acostado del lado en que guardaba las monedas. Tuvo que admitir que ningún ladrón podía haberle robado su pequeña fortuna. ¡Así que él era el único culpable, el único responsable! Seguramente, las dos bolsas de monedas se le habían caído mientras corría en medio de las sombras de la noche en busca de cobijo.
   Se dirigió a un dabtara que le recomendó que se fuera a ver al sacerdote.
   El sacerdote escuchó lo que Wadadjé le contaba, y le dijo que intervendría una vez convenida una pequeña cantidad de dinero, cantidad que iría a parar a las arcas de la iglesia si se recuperaba la fortuna.
   El sacerdote ordenó inmediatamente que se proclamara la noticia, y antes de que el sol se encontrara en equilibrio en el punto más alto del cielo, todos los habitantes se enteraron de que un hombre había perdido dos bolsas llenas de táleros de plata y de monedas de oro. Se enteraron también de que quien las hubiera encontrado estaba obligado a devolverlas, bajo pena de excomunión y de no conocer jamás la dulzura del paraíso de los cielos.
   Azieb, al igual que los demás, oyó el mensaje del sacerdote. Ella había encontrado las bolsas muy de mañana, cuando volvía de comprar una qunna de teff.
   Mientras calentaba el horno y engrasaba la plancha para hacer una injera, se decía repetidamente: «Tengo que ir a devolver ese dinero, tengo que ir...». Extendió la masa formando una hermosa espiral sobre la fuente de barro y siguió diciendo: «Tengo que ir a entregar ese dinero, tengo que ir a». Cubrió la masa y dejó que se calentara. Cuando la injera estuvo cocida, la sacó del horno con un plato de mimbre. Luego Azieb, que llevaba una cruz tatuada en el cuello, se puso en pie y dijo:
   – Ahora mismo voy a devolver ese dinero.
Se untó el cabello con manteca perfumada y, cuando se vio guapa, se fue a ver al sacerdote que aguardaba delante de la iglesia, en compañía del dabtara y Wadadjé.
   – Aquí están las dos bolsas que encontré esta mañana. Tienen muchos táleros de plata y monedas de oro.
   El sacerdote cogió las bolsas, le dio las gracias y volcó las monedas en el suel. Contó ochenta táleros de plata y veinte monedas de oro.
– ¿No falta nada? – Preguntó el sacerdote.
Wadadjé, que estaba muy sorprendido de que le devolvieran lo que había perdido, miró por encima a Azieb y dijo:
   – ¡No puede ser, esa mujer me devuelve la mitad del dinero! Se ha quedado con la otra mitad...
   – No es verdad. Te he devuelto todo lo que encontré.
Azieb juntó las manos, alzó los ojos al cielo y repitió:
   – No es verdad. Te he devuelto todo lo que encontré.
Wadadjé pretendía que le devolviera lo que él no había perdido. Él pensaba que una mujer capaz de devolver una fortuna así con toda seguridad debía ser muy rica.
Él insistió. Y ella repitió:
   – Es todo lo que encontré.
  El sacerdote estaba muy molesto. ¿Quién decía la verdad? ¿El forastero que le había prometido una recompensa para la iglesia o aquella mujer con la cruz tatuada en el cuello? Ante el temor de no saber juzgar acertadamente, les comentó que acudieran al rey: él estaba acostumbrado a impartir justicia.
 Una vez en presencia del rey, Wadadjé hizo dos reverencias, dijo en voz alta y sonora:
    – Que Dios os muestre la verdad – Y a continuación declaró – : Tenía ciento sesenta táleros de plata y cuarenta monedas de oro. Esta mujer ha encontrado mis dos bolsas, pero solo me devuelve la mitad.
   También Azieb dijo en voz alta y sonora
     – Que Dios os muestre la verdad – Y a continuación explicó – : Yo he devuelto todo lo que encontré. « Todo» quiere decir «todo». No me he quedado con nada, no he robado nada.
  El rey les dijo que repitieran lo que habían dicho. Lo repitieron sin cambiar ni una sola palabra. El rey se quedó un momento reflexionando y, luego, sin consultar con ninguno de sus consejeros, dijo:
    – Tú, hombre, has perdido ciento sesenta táleros y cuarenta monedas de oro. O sea, que la suma que te devuelven no es la tuya. ¡Entrégasela!
Hablaba con la mucha autoridad. El sacerdote que acompañaba a Wadadjé tenía todavía las bolsas con el dinero. Se acercó al rey y se las entregó. El rey se volvió hacia Azieb y le dijo:
    – ¡Tú, acércate!
   Ella dio dos pasos e hizo una reverencia ante el rey. Este le dijo en voz alta, para que todos pudieran oírle:
     – Toma esta fortuna que has encontrado. Tuya es. Nadie la ha reclamado. No hay nadie en la ciudad que busque una bolsa con ochenta táleros de plata y veinte monedas de oro.
Azieb le dio las gracias y se fue a su casa a comer la injera en compañía de los suyos.
   Wadadjé se marchó de la ciudad, sin decir a dónde le llevaban sus pasos. Unos afirmaban que iba a La Meca, otros aseguraban que iba de peregrinación a Lalibela.

Ciclo de lecturas sobre cultura y leyendas africanas, 2016. (En un lugar de... ).
Gracias a todos.

🌱🌱🌱
Clarisa Tomás Campa. © All Rights Reserved.

Gracias, lectores. 🙏
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sábado, 23 de julio de 2016

CUANDO SEAS NATURALEZA...

Imagen del filme: L'Ours (1988), del director Jean-Jacques Annaud. ¡Belleza!


"La belleza es la vida,
cuando la vida descubre
su rostro angelical y sagrado".
Khalil Gibran.

Cuando seas Naturaleza
sabrás cuánto duele la vida,
cuánto mata el derrumbe
en un día cualquiera de ruinas.

Nada la sangre sobre las tejas,
apenas levanta la cabeza
ya es hundida de nuevo
 en el sangriento combate arrollador.

Bulle la sangre,
sangra y se desliza
desde la raíz diminuta
hasta la hoja que acaba dando tumbos
en las profundidades.

Se derrama la sangre,
inundan los festejos con ella,
y baja al redondel y se pierde...
Vuela la vida blanca,
en las vallas cuchillas,
en los saltos de muerte.

No hay nada que detenga el estoque
sobre el pecho del día ingenuo,
pero él surge ilusionado, alentado
por los cantos que rumorean...

Y retumba la sangre
en su febril galope, dentro de la boca,
y allá donde lo breve se diluye.
Y vuelve el acero cargado con su azote
para agujerear los brotes
y secar los pequeños instantes
donde el alma resbala y se hace agua.
¡Agua, agua!... ¿Saciarás la sed de matar?

Cuando seas Naturaleza
sabrás cuánto sufre Tierra,
cuánto duele el núcleo y el átomo.
Cuando nazcas en jaulas
y te arranquen los ojos,
sabrás cuánto duele un silencio,
cuánto quema el tronar de los voceríos.

Cuando seas corteza
sabrás cuánto duelen las manos,
cuánto sufren los pies y los brazos,
cuánto duele la boca;
cuando quieras alzarte y no llegues,
cuando quieras correr y no puedas;
cuando intentes hablar y te rompas,
cuando mueras de sed y sin voz.

Ten valor, blanca rama,
que has nacido escondida
entre el pecho de la cumbre,
ten valor cuando llegue
la fiesta de los taladores.
Ten valor, pequeña luciérnaga,
cuando te abrume la sombra feroz.

Ten valor, abedul prisionero,
cuando lleguen los fuegos
y destruyan la luz de los bosques...
Ten valor, inocente quejido...
Tú que sufres el daño fatal
y el constante sangrar y el castigo,
un consuelo ha de darte la vida,
de algún modo tendrás libertad.
Amapolas del valle: ¡volad!

Y caerá de nuevo
la nieve en las mejillas,
sonrosadas estampas
dibujarán los astros con sus dedos,
y sobre los párpados ya idos,
besos marineros endulzarán
lo que deja la espuma...

Amanecerán otras auroras sublimes
para acunar las pequeñas tristezas
que vienen y van por las venas del aire,
y se llenarán los mares de azucenas
con las llamas desprendidas de la sangre...

🌱🌱🌱

Clarisa Tomás Campa. © All Rights Reserved.

Este poema nació de una experiencia singular en un día lluvioso, los tejados rebosaban animales deshechos y flores tristes.  Naturaleza se rebeló con señales de agua, imagino... Algún día quizá me atreva a contarla.