sábado, 25 de noviembre de 2023
POR AQUI PASO UN DIA OTOÑAL...
sábado, 26 de agosto de 2023
DOS HERMANAS
domingo, 29 de mayo de 2022
LA EXQUISITEZ DE SHIMA
te vi, la frente en alturas y sobre tus hombros,
el sol derretía flores de arena y miel.
¿Alguien te ha visto después de aquel día?
Detrás de algún ocaso vivirás escondida,
tu voz se alimenta de un rumor estrellado.
✍Dedicado a una mujer y madre keniata llamada Shima. ( En Kenia).
🌱🌱🌱
lunes, 17 de mayo de 2021
RUINAS DE TADMIR
Desde un puente desarmado
en tierras de Zenobia.
En siria hasta los puentes levantan los brazos...
Clarisa T.
Ruinas de Tadmir
¿Qué será del camino
cuando mueran los puentes?
¿Qué será del alado eremita,
si no halla la ruta
a los valles del tilo
y la fresca palmera?
Donde el viento zigzaguea
la humareda se esconde,
sus nodrizas se ocultan
tras blindajes de bronce.
Hoy miré, apesadumbrada,
el destino vacío
de los frutos de oriente;
los rigores de los despojados
estremecen las cumbres,
derraman los muros de polvo.
Se rasgan los velos,
los templos se arenan:
¡sombras de guerras!
Un estruendo, un tumulto
de estorninos voraces
inmolaron sus picos
en la piel de Palmira.
Suena el trueno del hierro
en los rojos grabados,
derrumbados en tierra
aún contemplan las nubes...
(!Y ella sueña en su ruina
con arrullos de madre
sobre esteras de Siria¡)
¡Oh, Camelia de luces,
azucena coronada de amatistas,
los siglos te han amado dulcemente!
Y te arrancaron los encajes de embeleso
y la pureza de tu gracia cincelada,
te dejaron al desnudo sin tus faldas...
¡Pergaminos del tiempo,
abrazad vuestra memoria
sobre los alminares
y llorad por Palmira!
Vuelan los templos,
los velos llamean...
Hundida está en las fauces del destierro
la diosa núbil que llegó de la lluvia,
deshojada, como la flor más triste del desierto.
🌼🌼🌼
Clarisa Tomás Campa. © All Rights Reserved.
domingo, 9 de agosto de 2020
LA PASEADORA DE MUÑECAS
Fue a finales de julio. Recogíamos los primeros girasoles de Ucrania en nuestros recuerdos de maletas exprés. En la calle principal del pueblo fronterizo con Polonia, donde el viento aúlla casi siempre, hacíamos las últimas compras para la vuelta. Y al salir del centro comercial, cargados con regalos y ramos de kalina, nos topamos con una anciana desafortunada que cuidaba su carrito de bebé sobre la acera, mientras sonreía a la gente que pasaba. Ella era muy pequeña y vestía su pobreza sin mascarilla. Parecía una niña arrugada con su pañuelo anudado al cuello y sus dos cuevas brillantes.
Me acerqué para ver qué había debajo de una mantita con pequeños girasoles bordados, ya desdibujados por el tiempo y la suciedad. Había tres muñequitos. Una muñeca rubia, con la melena desaliñada y sin un ojo; otros dos muñecos ya calvos, desnudos y sin brazos. Ella, al acercarme, los abrigó hasta los ojos y colocó con cariño unas mascarillas descoloridas sobre sus cabezas. Desde su curvatura y pequeñez me miró con dulzura, extendió su mano como un cuenco tembloroso y me pidió algo de comida.
—Їжа, їжа ... дякую. Бог заплатить вам (Comida, comida... Gracias. Dios se lo pague).
— сама, сама... (sola, sola).
En el carrito dejé unos melocotones y una porción de medovik (pastel de miel) que había comprado para Sveta. En su mano dejé 30 grivnas. Ella sólo repetía: "Дякую, Дякую"... (Gracias, gracias). Desbordaba bondad y ternura, casi irresistible...
Después, en la cena, al comentar nuestro encuentro en la casa familiar, Yuri, nos contó la triste historia de la “Маленький божевільний” (Pequeña loca). La mujer, que no tenía parientes, enviudó joven y quedó con sus tres niños sola. Al siguiente invierno de su tragedia los niños enfermaron de un virus desconocido y murieron. Fue un shock para su mente. Ella se quedó en aquel día, en un tiempo de crianza permanente.
Desde entonces pasea a sus niños en un carrito de bebé destartalado, camina las calles sin prisa pidiendo comida, sola y sola. Ya pasaron más de sesenta años. Pero jamás la ven llorar. Todos saben que es una iluminadora, incluso creen que da buena suerte mirarla porque en sus ojos, dicen, hay algo de dios que casi ciega.
También yo recordaré su imagen sin mascarilla por mucho tiempo.
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Clarisa Tomás Campa. © All Rights Reserved.
viernes, 10 de julio de 2020
LA VOZ QUE SUEÑA
martes, 12 de mayo de 2020
LOS RIESGOS DE NACER NIÑA
LOS RIESGOS DE NACER NIÑA
Cómo la identidad de género condiciona nuestras vidas
La pobreza, la violencia y las tradiciones culturales oprimen a millones de niñas del mundo entero, pero algunas ven un rayo de esperanza en la educación.
Sierra Leona es uno de los peores lugares del mundo para ser niña.
En este país de África occidental, habitado por unos seis millones de personas, desgarrado por una cruenta guerra civil que duró más de una década y devastado por el Ébola, el simple hecho de nacer niña se traduce en una vida de barreras y tradiciones que a menudo dan más valor a su cuerpo que a su mente. La mayoría de las mujeres de Sierra Leona —el 90% según Unicef— han sido sometidas a la mutilación genital, una práctica que las inicia en la vida adulta y supuestamente las hace más deseables para el matrimonio, pero que también es un método de represión sexual profundamente arraigado en su cultura. Casi la mitad de las chicas se casan antes de los 18 años, y muchas se quedan embarazadas mucho más jóvenes, a menudo en su segundo o tercer ciclo menstrual. Muchas son víctimas de la violencia sexual; las violaciones suelen quedar impunes. En 2013 más del 25% de las sierraleonesas de entre 15 y 19 años estaban embarazadas o ya eran madres, lo que supone una de las tasas de gestación más elevadas del mundo para esta franja de edad. Y demasiadas mueren en el parto: es el porcentaje más alto del mundo, según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud y otras entidades internacionales. La mutilación genital femenina puede elevar el riesgo de sufrir complicaciones obstétricas.
«Si vas a las provincias te encuentras con chicas de 23 años, de 15 años, ya casadas y con sus bebés en brazos», dice Annie Mafinda, comadrona del Rainbo Center, que ayuda a víctimas de la violencia sexual en Freetown, la capital de Sierra Leona. Muchas de las pacientes atendidas en este centro tienen entre 12 y 15 años».
Entre otras historias, dice Alexis:
Cuando conocí a Sarah en Freetown, una ciudad que se levanta sobre una península montañosa junto a un puerto rutilante, tenía 14 años y estaba embarazada de seis meses, aunque parecía varios años más joven. Hablaba en un susurro, era bajita y menuda, llevaba las uñas de los pies pintadas de rojo y el pelo bien recogido bajo un pañuelo de color melocotón. Me contó que la había violado un muchacho, vecino de su familia, que se marchó de la ciudad tras la supuesta agresión. Cuando su madre se enteró de que estaba embarazada, la echó de casa. Ahora Sarah (cuyo apellido nos reservamos) vive con la madre del chico que según ella la forzó. La madre del supuesto violador fue la única que se prestó a acogerla; en Sierra Leona las mujeres suelen vivir con la familia del esposo. Sarah tiene que cocinar, limpiar la casa y hacer la colada. Me contó que la madre del chico le pega cuando, de puro agotamiento, no cumple con sus tareas.
Con tantas trabas, ¿cómo puede una chica como Sarah sobrevivir y salir adelante en Sierra Leona?
Las sierraleonesas suelen decir que el trauma de su país tiene su origen en la guerra civil que enfrentó a grupos rebeldes y al Gobierno. Desde 1991 y durante 10 años, miles de niñas y mujeres fueron violadas. Decenas de miles de personas fueron asesinadas. Y más de dos millones se vieron desplazadas. Más recientemente ha sido el virus del Ébola el que ha hecho estragos en el país, cobrándose una 4.000 vidas en menos de dos años.
«En este país no importa la vida, ni el cuerpo, ni el alma de las mujeres jóvenes —afirma Fatou Wurie, nacida en Sierra Leona, criada en el extranjero y que regresó a su país natal, a Freetown, donde trabaja en pro de los derechos de las mujeres—. Hasta la última política que implantamos excluye la voz de las jóvenes sierraleonesas».
A pesar de que he pasado largas temporadas en diversos lugares de África occidental, la primera vez que pisé Sierra Leona me quedé profundamente impactada. He estado en Nigeria, Ghana, Senegal y Costa de Marfil, pero Sierra Leona me pareció diferente: menos acogedora, menos exuberante, más suspicaz y recelosa. Sin embargo, también descubrí que incluso en este país tan turbulento hay jóvenes que encuentran la manera de sobreponerse por encima de todo.
🌹🌹🌹