(Canción para dormir lo amado)
Una tarde
en la montaña
me dijiste
que me amabas,
y las flores ascendieron
y el sendero se hizo llama.
Cuánto amor
hemos tenido
en las manos
y en el alma,
cuánta luz
en los albores,
cuántos besos
en el agua.
Ahora ya no estás conmigo,
ahora ya no puedo verte,
alcanzaste tu destino
aquel julio al sol naciente.
Ahora ya no tengo tierra
donde tropezar contigo,
pero me queda tu huella
en la piel de mi camino.
Una tarde
en la montaña
me entregaste
un gran amor,
la promesa
de amarme
para siempre
sin dolor.
Tú y yo,
aún después de las raíces,
aún después de las cenizas.
Tú y yo,
puerta de las maravillas,
poema en el universo.
Ahora subo
a la montaña
recordando nuestra historia,
me detengo en la alegría
de aquel tiempo entre la gloria.
Ahora tengo
un cielo inmenso
con estrellas y promesas,
una góndola en el mar,
el reguero de tus besos.
Dime, amor,
cuánto me extrañas
en tu hogar equidistante.
Aquí el tiempo se me pasa
en subir a la montaña
y recoger los instantes.
Una tarde
en la montaña
me miraste con dulzura,
desde entonces tiene el valle
el color de tu hermosura.
Canta, canta,
el ancho río
en su viaje hacia el azar,
y yo canto el canto mío
esperando tu destello
asomada al ventanal...