Mostrando entradas con la etiqueta Prosa poética. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Prosa poética. Mostrar todas las entradas

sábado, 8 de febrero de 2025

PRESAGIO

 

A white tree

Presagio

Hoy he llegado tarde a la cita con mi médico.
En verdad he pasado de la cita y me he ido al parque Norte,
la tierra blanca se confundía con mis sentimientos
azules bajo los cielos rápidos.

Todo parecía ir de prisa: los niños con sus juegos, la brisa
sobre las hojas caídas chasqueando sus cuentos.
Pero yo iba despacio, casi paralizado...

No lejos de mí, las imágenes se suceden...
Una joven espera sobre el puentecillo
del lago azul; al momento, un joven,
con aparente prisa, ha llegado a su lado
y la ha besado. Se han besado con permanencia...
Después se han ido de la mano
mirándose y acercando sus cabecitas
hasta desaparecer...
¡Qué bello es el amor, aún visto desde lejos!

Falté al trabajo el día de hoy. Desde la mañana
estoy meditabundo, mi mente abstraída en las nubes...
Lancé tan lejos como pude la mochila
que tantos años llevo pegada al costado.
Me hubiese alegrado viajar en una de aquellas,
en la más alta, en su mullido algodón sin pesadumbre...

Decidí llamar al trabajo para quedar bien.
Puse excusas que ni yo mismo me he creído...
¡No sé cuándo aprenderé a mentir!

Debo aprender
a desconectar de la costumbre de vivir servil.
Desapegarme
de mis silencios, hacer más ruido, cantar
aunque acudan las lluvias...
Debo dejar que mi fragilidad se la lleve el viento...
Debo perdonarme por no ser lo que otros esperan.
Debo perdonar al mundo por no girar en mi elíptica.

No sé cuándo domestiqué mis emociones
y todas las ilusiones que nacieron
en mi alma y en mi corazón...
No sé cuánto tiempo estuvo mi soledad a la intemperie...
Y fui viviendo sin ser yo por temor a no ser ovalado.
Bien sé que el mundo y yo no viajamos en la misma elipse...

Mi inocencia desatendida y el reloj
con su tic, tac, pisándome los talones...
Es amargo sentir que he dejado de quererme,
ojalá mi corazón y mi alma siempre me quieran...

Ahora, ya anochecido,
frente a la puerta de mi corazón, he llamado...
Entro en casa. Por un instante, he sentido miedo
de que él no me abriera.
Pero mi corazón es bueno; 
a pesar de las veces que lo dejé plantado,
a pesar de los años que carga con mi tristeza,
me ha abierto sus brazos sin preguntas.

Paso al salón, mi alma lleva ahí esperándome todo el día...
Me sonríe, ella es un alma que sabe purificarse...
Mi corazón y mi alma se miran, observo una sospecha
de preocupación que intentan disimular...
Quizá se pregunten, en su lenguaje ingenuo:
«¿qué le ocurre a Rasmus?»
«¿Dónde está su alegría?».

Reconozco que no he tenido fuerzas
para darles explicaciones.
Mi alma y mi corazón forman una piña,
siempre se unen cuando yo desfallezco.
Ahora, se acercan a mí y suspiran.
Me acarician el pelo, las manos...

Se alejan y vuelven con una taza de té...
Se acomodan a mi lado y besan mi cara;
mi cara, donde una lágrima se hace río...
¡Señor de los océanos, dame valor!
Y ahora me pregunto: «Cómo les diré a mi alma
y a mi corazón que quizás pronto nos separemos?

Clarisa T. © All Rights Reserved.

Gracias, lectores. 🙏📚
Merci beaucoup à tous

Queridos lectores, amigos de esta orilla, gracias. Os pido perdón de ante mano, porque no podré corresponderos como me gustaría. Tengo el tiempo escueto y frío. Las cosas siguen frías por el norte y en las guerras... Ahora ya ni pido que se acaben, ¿de qué serviría? No me han vencido, no. Sólo guardo silencio y espero cantando... ¡Siempre con mi aliada Música! Soy fiel a la Alegría, guardo su mandamiento.

En este poema hablo de la "transformación" de un ser, (inspirado en un amigo cercano al que quiero mucho y que ha superado grandes retos. Él pertenece a una clase de árboles blancos, poco comunes). Hablo de todo lo que hay que abandonar para volver a ser el "yo" inicial o verdadero. Porque hay algo único en  nuestro interior que prevalece, y aún siendo doloroso romper con lo aprendido, hay veces que es necesario volver a donde pertenecemos. Igual, y tristemente, hasta las guerras suceden para un cambio... No sé, duele tanta matanza de perros y niños, esperanzas... 
!Abrazo grande!

viernes, 19 de julio de 2019

EL PINTOR DEL MAR


El pintor del mar


   Hace unos años, en un viaje a Varna, conocimos a un extraño que nos dejó honda huella. Recuerdo la historia de Borysko, un excomandante del ejercito ruso de la época en la que colapsó la Unión Soviética, y que había terminado alcohólico y sin hogar. Vivía en la playa. Solía pintar el mar y mientras lo hacía, susurraba el sentimiento que lo invadía. Algunos se paraban a escuchar su soliloquio y mirar sus garabatos. Pero nadie se quedaba mucho tiempo junto a aquel loco exiguo. Mi familia y yo, sí nos quedamos.
   Era nuestro último día de vacaciones y fuimos a despedirnos del mar negro. Al ver a Borysko en aquel trance frente al mar, nos sentamos sobre la arena a su lado y lo escuchamos hasta el final de sus pinceladas.

   Antes, en aquella mañana de julio, disfrutamos de una visita al Museo Arqueológico y sus famosas reliquias tracias de seis mil años de antigüedad, después almorzamos en el parque Primorski. Salido de una luz marina, apareció el hombrecillo de pobre aspecto, abigarrado y con barba de mil años. Cargado con sus bártulos se encaminó en dirección al paseo marítimo. Fue nuestra pariente Katiusha, la que reparó en su guerrera de combate desnutrida. En su pechera, sin embargo, lucían un sin fin de medallas con estrellas doradas, rojas y plateadas, que lo hacían brillar como un nacimiento de solecitos. Recuerdo que Katiusha se emocionó como la voz de una antigua canción de amor que sonaba...

   En un rincón de la playa de Varna, volvimos a verlo esa tarde. El viejo soldado pintaba olas. Le hablaba al mar y blandía su pincel como un fusil que sabe de victorias. En mi cuaderno de viaje plasmé su voz gemidora, junto a un plumón que el viento trajo en un revuelo...

   “Soy un hombre perdido. Perdido como un perro vagabundo sin calle donde dormir. Como el diente de león en los páramos. Como el olvidado en el corazón de Siberia... En tu orilla, ¡oh Negro!, mis manos se baten con las olas y se hacen blancas.... Recogen miradas que cayeron al mar desde su historia...
   Algunos transeúntes me dejan en el cestillo monedas para un trago; otros dejan panecillos que no puedo roer; pero a veces, algún niño me deja una chocolatina envuelta en sonrisas. Los niños me comprenden. Iluminan con su chispeante dulzura mi diario amargo...
   Soy un hombre solo. Solo como el «yo» sin atisbo de Verbo. No tengo compañeros de patio. El tiempo de jugar ya pasó...
  Las olas saltan, me alcanzan de lleno y entonces las prisiones se abren y yo escapo con el mar. ¡Pobre pintor!, —alguien dirá—. Pocos son los que compran mis dibujos. Pocos se llevan esta impronta en lienzos. ¿Acaso importa? Yo siempre he pintado para el ojo del mar...
   Trazo la cara del mar en su cárcel, en su arboleda de nubes, en su viento errático cargado de muerte; y en su lengua rastreadora y en sus raíces sin nombres, coloreo la herida. En los verdes olimpos y en las azules Ítacas de los valles del mar, remezo el arcoíris que ayer cerró los ojos...
   Deslizo el pincel, recojo otra mirada perdida y, ahí queda el mar prolongado. Trazo instantes, pinto melodías de suburbios trasnochados de tempo, que salta enjabonado de espuma. Que apenas se deja acariciar...
   Desde este ángulo, el mar y yo, somos la misma esquina. Incontables manos que se dejan llevar por el vaivén del empuje del vientre indómito. Un mismo estallido. La misma explosión... El mismo abandono a lo que surja mientra la gaviota picotea... Él y yo nos hacemos un hueco entre luces y llamas, saciamos la bravura del oleaje con baños de purpurinas...

   El mar habla continuamente. Lo escucho a barlovento. Cuenta proezas, le dejo narrar... En sus pergaminos coralinos guarda la sangre que derramé... Agradezco a quien pasa y nada pregunta, porque ya no recuerdo el origen de mis palabras solubles, y si hubo un lugar donde habité en sus desfiles...

   Vengo a esta playa como una costumbre de mis pies, por la inercia de mis botas. Admiro el mar, vuelco mi nave desolada en él. La que olvidé como una rosa en el viento. La que dejé al albedrío de los naufragios.
   Soy pinceladas demacradas de aquellas guerras que me abandonaron. Mientras dibujo, hay peces con suerte que escapan de las redes; un niño pasa corriendo detrás de un globo; una paloma herida se duerme a mi lado. Un ala delta sobrevuela la ensenada, deja su ruido arácnido. Y una joven sirena cae del cielo, se levanta de las arenas y se abraza a un joven sirenio con melena de león y maleta de leopardo. Acecho al sol en su baño de horizontes... La vida anda ajena a los eclipses. Aplaudo en mi interior la fuerza que no la derrumba. Porque yo una vez también fui Fortaleza.

   Mientras dibujo explosiones de burbujas y sales, me sacio con abrazos que otros se prodigan. Me conformo con la dolencia que tritura el día. Pero yo nunca fui éste que soy. No. Yo, era...
   Una vez fui otro. Sé que tenía un verbo interior que sabía conjugarse sin herir el idioma. Yo era más que un simple infinitivo, más que un nombre en decadencia. Y podía nacer en besos, y crecía en mil sabores...
   Ahora mis dudas pesan más que mis años. Y mis años ya no recuerdan sus canciones...

   Hoy es el día: ¡A tus órdenes, Negro!
   Soñoliento estoy entre turbulencias. He llegado al desquicio inenarrable. Es la hora, suelto mi mano. Ella dejará de dibujar... Cuando el día se aleje a su trinchera, también yo me iré... Mi mano acaba de caer y a mi alrededor, algunos ojos me admiran extrañados... ¡Oh Mar inconquistable, alza tu mano y pinta!”.

******

Clarisa Tomás Campa. © All Rights Reserved.

******

Gracias, lectores. 🙏
Merci beaucoup à tous!

Para vuestro interés sobre la tierra de Bulgaria, dejo enlace sobre qué visitar  de sus muchas maravillas: