Del
libro:
Contes et légendes de la Corne de l' Áfrique (Cuentos y
leyendas del Cuerno de África).
Autor:
Yves Pinguilly.
Ed.
Anaya (2003).
Ilustración:
Tino Gatapán.
Traducción:
María Durante.
“Entre
el mar Rojo y el Nilo Azul, al este del continente africano, El
Cuerno de África constituye un mundo aparte...
(…)
todavía allí, hoy en día, existen lugares donde los cuentos y las
leyendas siguen confundiéndose con la vida real”.
Hoy os
comparto este precioso cuento (IV) del libro de Yves Pinguilly, libro
que es una maravilla y que desde aquí lo recomiendo. Por supuesto, a
los que estén interesados en la cultura africana y sus leyendas.
🌱🌱🌱
Fortuna e infortunio de Wadadjé
Tal
vez aquel fuera el país en el que los hombres leían el porvenir en
las entrañas de las vacas... Siempre conviene estar enterado de las
costumbres de un lugar antes de visitarlo.
Varias
veces al día, Wadadjé contaba y volvía a contar los ochenta
táleros de plata y las veinte monedas de oro que tenía en el
bolsillo. Caminaba, sin decirle a nadie si peregrinaba a La Meca o a
Lalibela. El caso es que llegó a una ciudad, y allí se quedó a
descansar y a pasar la noche.
Al
día siguiente, después de tomar unas gachas de avena y manteca, se
disponía a reemprender el camino cuando, por primera vez aquel día,
se le ocurrió volver a contar su fortuna. Nada. Tenía el bolsillo
vacío. Por más que metió en él la mano izquierda, después de
haber metido la derecha, allí no había nada. No tenía la ropa rota
y no se la había quitado para dormir, y se había acostado del lado
en que guardaba las monedas. Tuvo que admitir que ningún ladrón
podía haberle robado su pequeña fortuna. ¡Así que él era el
único culpable, el único responsable! Seguramente, las dos bolsas
de monedas se le habían caído mientras corría en medio de las
sombras de la noche en busca de cobijo.
Se
dirigió a un dabtara que le recomendó que se fuera a ver al
sacerdote.
El
sacerdote escuchó lo que Wadadjé le contaba, y le dijo que
intervendría una vez convenida una pequeña cantidad de dinero,
cantidad que iría a parar a las arcas de la iglesia si se recuperaba
la fortuna.
El
sacerdote ordenó inmediatamente que se proclamara la noticia, y
antes de que el sol se encontrara en equilibrio en el punto más alto
del cielo, todos los habitantes se enteraron de que un hombre había
perdido dos bolsas llenas de táleros de plata y de monedas de oro.
Se enteraron también de que quien las hubiera encontrado estaba
obligado a devolverlas, bajo pena de excomunión y de no conocer
jamás la dulzura del paraíso de los cielos.
Azieb,
al igual que los demás, oyó el mensaje del sacerdote. Ella había
encontrado las bolsas muy de mañana, cuando volvía de comprar una
qunna de teff.
Mientras
calentaba el horno y engrasaba la plancha para hacer una injera, se
decía repetidamente: «Tengo que
ir a devolver ese dinero, tengo que ir...».
Extendió la masa formando una hermosa espiral sobre la fuente de
barro y siguió diciendo: «Tengo
que ir a entregar ese dinero, tengo que ir a».
Cubrió la masa y dejó que se calentara. Cuando la injera estuvo
cocida, la sacó del horno con un plato de mimbre. Luego Azieb, que
llevaba una cruz tatuada en el cuello, se puso en pie y dijo:
– Ahora
mismo voy a devolver ese dinero.
Se
untó el cabello con manteca perfumada y, cuando se vio guapa, se fue
a ver al sacerdote que aguardaba delante de la iglesia, en compañía
del dabtara y Wadadjé.
– Aquí
están las dos bolsas que encontré esta mañana. Tienen muchos
táleros de plata y monedas de oro.
El
sacerdote cogió las bolsas, le dio las gracias y volcó las monedas
en el suel. Contó ochenta táleros de plata y veinte monedas de oro.
– ¿No
falta nada? – Preguntó el sacerdote.
Wadadjé,
que estaba muy sorprendido de que le devolvieran lo que había
perdido, miró por encima a Azieb y dijo:
– ¡No
puede ser, esa mujer me devuelve la mitad del dinero! Se ha quedado
con la otra mitad...
– No
es verdad. Te he devuelto todo lo que encontré.
Azieb
juntó las manos, alzó los ojos al cielo y repitió:
– No
es verdad. Te he devuelto todo lo que encontré.
Wadadjé
pretendía que le devolviera lo que él no había perdido. Él
pensaba que una mujer capaz de devolver una fortuna así con toda
seguridad debía ser muy rica.
Él
insistió. Y ella repitió:
– Es
todo lo que encontré.
El
sacerdote estaba muy molesto. ¿Quién decía la verdad? ¿El
forastero que le había prometido una recompensa para la iglesia o
aquella mujer con la cruz tatuada en el cuello? Ante el temor de no
saber juzgar acertadamente, les comentó que acudieran al rey: él
estaba acostumbrado a impartir justicia.
Una
vez en presencia del rey, Wadadjé hizo dos reverencias, dijo en voz
alta y sonora:
– Que
Dios os muestre la verdad – Y a continuación declaró – : Tenía
ciento sesenta táleros de plata y cuarenta monedas de oro. Esta
mujer ha encontrado mis dos bolsas, pero solo me devuelve la mitad.
También
Azieb dijo en voz alta y sonora
– Que
Dios os muestre la verdad – Y a continuación explicó – : Yo he
devuelto todo lo que encontré. «
Todo» quiere decir «todo».
No me he quedado con nada, no he robado nada.
El
rey les dijo que repitieran lo que habían dicho. Lo repitieron sin
cambiar ni una sola palabra. El rey se quedó un momento
reflexionando y, luego, sin consultar con ninguno de sus consejeros,
dijo:
– Tú,
hombre, has perdido ciento sesenta táleros y cuarenta monedas de
oro. O sea, que la suma que te devuelven no es la tuya. ¡Entrégasela!
Hablaba
con la mucha autoridad. El sacerdote que acompañaba a Wadadjé tenía
todavía las bolsas con el dinero. Se acercó al rey y se las
entregó. El rey se volvió hacia Azieb y le dijo:
– ¡Tú,
acércate!
Ella
dio dos pasos e hizo una reverencia ante el rey. Este le dijo en voz
alta, para que todos pudieran oírle:
– Toma
esta fortuna que has encontrado. Tuya es. Nadie la ha reclamado. No
hay nadie en la ciudad que busque una bolsa con ochenta táleros de
plata y veinte monedas de oro.
Azieb
le dio las gracias y se fue a su casa a comer la injera en compañía
de los suyos.
Wadadjé
se marchó de la ciudad, sin decir a dónde le llevaban sus pasos.
Unos afirmaban que iba a La Meca, otros aseguraban que iba de
peregrinación a Lalibela.
Ciclo de lecturas sobre cultura y leyendas africanas, 2016. (En un lugar de... ).
Gracias a todos.
🌱🌱🌱
Clarisa Tomás Campa. © All Rights Reserved.
Gracias, lectores. 🙏
Merci beaucoup à tous!
Merci beaucoup à tous!
Gracias clarisa, un placer leer esta bella historia. Creo que hay que estar siempre agradecidos con nuestros semejantes, y no dudar de la buena voluntad de la buena gente. Be Happy !!
ResponderEliminarGracias, Carlos. Sí, pero somos como somos en realidad...(mas bien algo malos, si nos dejan... je) Feliz domingo. (Por aquí, un día precioso, que no se puede pedir más)
EliminarBuenos días, Clarisa:
ResponderEliminarMuchas gracias por tu recomendación.
Pese a no sentir un interés especial por las leyendas o cultura africanas, el cuento que has reproducido me ha sido muy ameno en su lectura y está sobrevolando en mi ánimo mientras te escribo: por suerte los seres humanos no somos tan diferentes como nos quieren hacer creer; y, desde luego, nuestras diferencias no se basan en el tono de nuestra piel, sino que en el latir de nuestro corazón (el de los miserables no late, pues delataría su condición)
Voy a intentar encontrar alguna otra otra de Yves Pinguilly, aprovechando que estoy en una biblioteca pública.
Feliz fin de semana, Clarisa.
Gracias, Nino. Sí, no somo muy diferentes los seres humanos de la tierra, la malicia, igual que la bondad, circula en todas partes. La diferencia quizá sea, que en las zonas que se consideran "más desarrolladas", la malicia es más sofisticada y la bondad anda oculta.
EliminarFeliz domingo también para ti. (Por cierto ya tengo tu última parte de la trilogía. La descargué hoy, y en ratitos iré leyéndote, que me parece que has escrito una obra entrañable).
En los relatos medorientales, es dado encontrar este tipo de textos, que ofrecen una mirada sobre la sabiduría, en la manera de gobernar. En las Mil y una noche se reiteran, y no extraña, que en el Africa, que en materia religiosa ha sido penetrado por el islamismo, se den este tipo de cuentos, con historias de decisión salomónica. UN abrazo. Carlos
ResponderEliminarSí, las leyendas africanas aportan esa "sabiduría" al estilo arcaico, pero que sigue vigente porque la malicia cambia de épocas, pero no de trajes.
EliminarUn abrazo de vuelta, Carlos y gracias por todo.
Precioso cuento que nos recuerda a otros como los de "Calila y Dimna" o "Las mil y una noches". Siempre deleitables. Sabios ejemplos para disfrutar y acaso, volverse un poquito más sabios.
ResponderEliminarSaludos.
Sí, apreciada Pilar. El cuento es un género literario, que como a ti, me encanta. En este caso, el libro completo es un gozo.
EliminarUn abrazo y feliz semana, Pilar.
Gracias a Usted, por deleitarnos acercándonos a una literatura con tintes sociales que nos hacen recordar el Juicio de Salomón o al Mercader de Venecia, en tiempos tan necesitados de mentes sabias proclives a impartir Justicia.
ResponderEliminarEs un placer leerle. SALUDOS
Gracias por su lectura, Gonzalo.
EliminarEl placer es mío, el hallarlo por aquí.
Feliz día. Saludos.