Debo decir que
la ira se arrastra por todos los rincones.
Vivimos en la tierra
entre el fuego y el agua,
abruptos, codiciosos,
lejanos al orden,
en la mayor desgracia
de ser insaciables...
y nos oculta su rostro...
La tierra permanece,
latiendo, muriendo...
En los brazos del cosmos
se aferra a la Unidad...
aquí y allá, brota una brizna
que será palabra en las hojas de hierba...
Debo decir que
he visto nacimientos,
seres que retornan y perpetúan su grandeza
sobre un planeta que aún sabe
sostener la paz en las manos.
será engrandecido,
porque sabemos que el huracán
no dura toda la mañana.
Tal vez removiendo este momento de caos
hallemos la esencia del hombre bueno,
el que siempre ayuda a los seres vivos del mundo,
ese que se haya deslumbrado por la luz...
retornar a la infancia,
a su propia blancura
colmada de sencillez...
subimos a la montaña,
y vimos crecer
una fuente de agua
que bañó nuestros pies.
no lloréis,
niños de la guerra,
niños dolidos,
no lloréis.
toda la inocencia
de esta tierra.
Una a una abrazará
a cada madre,
besará a cada hijo...
subimos a la montaña,
y vimos crecer
una fuente de agua
que bañó nuestros pies...
debo decir que
mientras brote un pensamiento de luz
como el sol sobre los valles,
habrá salvación para los mundos.
en el camino de la profunda raíz,
en el gran vaso espiritual
que todo contiene y nada pierde,
donde el vivir es una larga mirada duradera.