Wisława Szymborska
SALTARÉ SOBRE EL FUEGO
Antología poética.
Autor: Wisława
Szymborska
Ilustraciones
de Kike de la Rubia
Traducción
de Abel Murcia y Gerardo Beltrán
Presentación
de Juan Marqués
NÓRDICA
LIBROS, 2015 (Nørdicalibros)
Wisława
Szymborska
(Prowent, actual Kórnik, 1923, Cracovia).
Escritora
polaca considerada una de las voces más originales de la poesía
contemporánea de su país. Nació en un pueblo de la provincia de
Pozman, pero se trasladó en 1931, junto con su familia, a Cracovia,
lugar al que siempre ha estado ligada. A partir de 1956, se
desarrolla en Polonia, como en otros países del área soviética, un
sentimiento nacionalista en el que participan activamente muchos
intelectuales que buscan una vía para condenar y superar todo lo que
fue el periodo estanilista.
Szymborska
opta
por una reflexión personal e intimista que le devuelva un equilibrio
espiritual.
En
obras como Gran
número (1976),
Gente
en el puente (1986)
y Fin
y principio
(1993) aparece perfilado su estilo irónico, paisajístico y
existencialista. Por el conjunto de su obra recibió
en
1996
el Premio Nobel de Literatura.
PROSPECTO
Soy
un tranquilizante.
Funciono
en casa,
soy
eficaz en la oficina,
me
siento en los exámenes,
comparezco
ente los tribunales,
pego
cuidadosamente las tazas rotas:
solo
tienes que tomarme,
disolverme
bajo la lengua,
tragarme,
solo
tienes que beber un poco de agua.
Sé
qué hacer con la desgracia,
cómo
sobrellevar una mala noticia,
disminuir
la injusticia,
iluminar
la ausencia de Dios,
escoger
un sombrero de luto que quede bien con una cara.
A
qué esperas,
confía
en la piedad química.
Eres
todavía un hombre (una mujer) joven,
deberías
sentar la cabeza de algún modo.
¿Quién
ha dicho
que
la vida hay que vivirla arriesgadamente?
Entrégame
tu abismo,
lo
cubriré de sueño,
me
estarás agradecido (agradecida)
por
haber caído de pie.
Véndeme
tu alma.
No
habrá más comprador.
Ya
no hay otro demonio.
(De
Si acaso, 1975)
EL
GRAN NÚMERO
Cuatro
mil millones de seres en esta tierra
y
mi imaginación sigue siendo la misma.
No
se le dan bien los grandes números.
Le
sigue conmoviendo la individualidad.
Revolotea
en la oscuridad como la luz de una linterna,
descubre
solo los rostros cercanos;
mientras,
el resto se pierde en un ciego descuido,
en
el no-pensamiento, en el no-arrepentimiento.
Por
eso, ni el mismo Dante lo habría impedido.
Y
qué se va a hacer si uno lo es.
Y
ni siquiera con todas las musas a mi lado.
Non
omnis moriar,
preocupación prematura.
Pero
¿vivo del todo?, ¿bastará con eso?
Nunca
ha bastado, y ahora tanto menos.
Escojo
rechazando, porque no hay otra forma,
pero
lo que rechazo es más numeroso,
más
denso, más insistente que nunca.
A
costa de indescriptibles pérdidas, un pequeño poema, un suspiro.
A
una llamada atronadora, respondo con un susurro.
Cuanto
callo, no lo diré nunca.
Ratón
a los pies de la montaña madre.
La
vida dura unos cuantos rasguños en la arena.
Mis
sueños..., ni siquiera ellos están, como deberían, poblados.
Hay
más soledad en ellos que muchedumbres y tumultos.
A
veces pasa un momento alguien que murió hace tiempo.
Una
mano sola mueve el picaporte.
Alrededor
de la casa vacía crecen dependencias del eco.
Desde
el umbral voy bajando al valle
silencioso,
aparentemente de nadie, anacrónico ya.
De
dónde sale aún ese espacio en mí;
no
lo sé.
(De
El gran número, 1976)
PRINCIPIO
Y FIN
Después
de cada guerra
alguien
tiene que limpiar.
No
se van a ordenar solas las cosas,
digo
yo.
Alguien
debe echar los escombros
a
la cuneta
para
que puedan pasar
los
carros llenos de cadáveres.
Alguien
debe meterse
entre
el barro, las cenizas,
los
muelles de los sofás,
las
astillas de cristal
y
los trapos sangrientos.
Alguien
tiene que arrastrar una viga
para
apuntalar un muro,
alguien
poner un vidrio en la ventana
y
la puerta en sos goznes.
Eso
de fotogénico tiene poco
y
requiere años.
Todas
las cámaras se han ido ya
a
otra guerra.
A
reconstruir puentes
y
estaciones de nuevo.
Las
mangas quedarán hechas jirones
de
tanto arremangarse.
Alguien
con la escoba en las manos
recordará
todavía cómo fue.
Alguien
escuchará
asintiendo
con la cabeza en su sitio.
Pero
a su alrededor
empezará
a haber algunos
a
quienes les aburra.
Todavía
habrá quien a veces
encuentre
entre hierbajos
argumentos
mordidos por la herrumbre,
y
los lleve al montón de la basura.
Aquellos
que sabían
de
qué iba la cosa
tendrán
que dejar su lugar
a
los que saben poco.
Y
menos que poco.
E
incluso prácticamente nada.
En
la hierba que cubra
causas
y consecuencias
seguro
que habrá alguien tumbado,
con
una espiga entre los dientes,
mirando
las nubes.
(De
Fin y principio, 1993)
NADA
EN PROPIEDAD
Nada
en propiedad, todo prestado.
Hundida
en deudas hasta las orejas.
Tendré
que pagar por mí
conmigo
misma,
por
la vida dar la vida.
Así
está ya convenido:
el
corazón, devolverlo,
el
hígado, devolverlo
y
dedo por dedo también.
Muy
tarde para anular el contrato.
Me
van arrancar el pago
junto
con toda la piel.
Voy
por el mundo
entre
una multitud de otros deudores.
Sobre
unos pesa el apremio
de
pagar los abonos de sus alas.
Otros,
quiéranlo o no,
tendrán
que declarar sus hojas.
En
la columna del Debe,
todos
nuestros tejidos.
Ni
pestañas ni ramitas
que
conservar para siempre.
El
inventario preciso
y
todo parece indicar
que
al final nos quedamos sin nada.
No
consigo recordar
dónde,
cuándo y para qué
permití
que me abrieran
esta
cuenta.
La
protesta en contra
la
llamamos alma.
Y
eso es lo único
que
no está en el inventario.
(
De Fin y principio, 1993)
Gracias, lectores. 🙏
Merci beaucoup à tous!
Clarisa T. (París, noviembre 2018).