"Somos alfareros. Alfareros de nuestras vidas.
Conviene que no lo olvidemos".
Rafael Narbona
Mientras el durazno madura
Hoy al terminar el trabajo, de
camino a casa, me encontré con un amigo por casualidad. Nos
saludamos con alegría y comenzamos a hablar de nuestras cosas. Nos
preguntamos por la vida. Nos respondimos de forma breve como debe
ser en los encuentros inesperados. Después nos fuimos a tomar un café
en una terraza de La Puerta de Viru, y entonces mi amigo se derrumbó
ante mis ojos y comenzó a contarme sus tragedias... Lo escuché como se escuchan los sonidos de la noche, atenta a cada uno de sus
ecos. Lloramos un rato y también reímos. Volvimos a mirarnos a los
ojos con nuestra antigua sinceridad atesorada. Nos despedimos. Supongo
que volveremos a guardar nuestra amistad hasta otro futuro encuentro
fortuito, quizás en Navidad...
De camino a casa las farolas me
miran sin pestañear, se ha levantado el frío polar. Corro hasta los
escalones de mi portal y antes de poner la llave en la cerradura y
abrir, miro a la noche que se asoma, está plena con su cara impregnada de nombres
y sus ojos cansados pero vivos. Y ahora pienso:
La
noche conoce el lenguaje de todos los seres,
los
que fueron guardados; los que aún se guardarán.
La noche conoce la oscuridad más
remota.
La noche está familiarizada con
el terror.
Y sin embargo, en la noche también
hay paz
y el durazno madura su dulzura
para el mañana.
Y nacen lágrimas y también
sonrisas.
Y el corazón se estira y encoge
como el chicle en mi boca...
Siempre hay en la noche un umbral
para la vida y la muerte.
Pero las chispas de un momento
feliz
suceden sin avisar
y el corazón de la noche,
por un
instante, inflama de bondad
la insistencia del pervivir...
Venimos de los ríos que
iniciaron
la vida — dicen
—, de las cascadas,
de cantos antiguos que aún
palpitan
por su primer amor;
de montañas que han aprendido
a escribir en las hélices de la
tierra
innumerables caminos del existir...
Me consuela saber que mi amigo no llorará más esta noche (fue su promesa). Recuerdo que jamás faltó a sus promesas.
Mañana, tal vez, encuentre una dulzura aterciopelada entre sus manos para afrontar una nueva resistencia...
Yo, voy a dormir en el reino de la
amnesia. Sobrevivir lo llaman. Intentaré entrar en los confines de
mi alma, me ovillaré en la suavidad de la noche sin más preocupación
que la de encontrarme con mi primera sonrisa...
La ternura del cielo se impone con
su mestizaje de ondas, entro de puntillas en su espiral. Humilde.
Mansa. Mi corazón apaciguado, exclama:¡Oh, amada supervivencia, ya hemos aprendido a querernos!
Clarisa Tomás Campa. © All Rights Reserved.
Gracias, lectores. 🙏📚
Merci beaucoup à tous!
(Lo escrito corresponde a un párrafo del capítulo Encuentros y días anaranjados de un libro reciente e inédito que guardo en el cesto... Aún por definir el título). ✍
Y ya sabéis, amigos, lectores de esta orilla, siempre os deseo lo mejor; lo más puro; lo más bello. Que la tristeza jamás se una a vuestros nombres, porque la vida es algo valioso, grande. Aún después de tantas cosas incomprensibles, aún a pesar de ellas... ¡Abrazo grande! 🤗🌞🙋♀️
Imagen: Puerta de Viru, Tallin (Estonia) de Diego Delso - Wiki
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