Mostrando entradas con la etiqueta CUENTO. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta CUENTO. Mostrar todas las entradas

lunes, 27 de agosto de 2018

POR EL CIELO, A POLONIA

Gdansk, Polonia.
"Agito mi memoria,
tal vez algo en sus ramas,
adormecido por años,
salga de pronto volando".

"Pobudzam moją pamięć,
może coś w swoich gałęziach,
odrętwiałe przez lata,
wyjdź nagle voland ".

Wisława Szymborska. Escritora polaca.
(Premio Nobel de Literatura 1996).


Por el cielo, a Polonia

En la estación de embarque todo fue precipitado:
las maletas se adelantaron. Au revoir!
Mansas ovejas en la sala del matadero,
todas las maletas quedaron en Stand by.

Al pasar sobre las nubes se ven
atardeceres cobijados en sus lomos, sonrojados
de soles, esperan a las grullas en su vuelta de África;
—los ombligos se encogen, cosquillean los pies—.

La pequeña niña agita su mano con emoción
igual que un ala en su primera aventura.
¡Todo es tan ingenuo en las alturas!

La distancia en el cielo es un ojo fantasma, extraño;
con la misma pregunta sin respuesta parpadea,
se confunde entre millones de seres intrigados
en las ondulaciones del rumbo.

Se unen al viaje rumores del este, 
aleteos de pasajeros veloces,
tormentas aulladoras, eléctricas;
las grandes bocas de humo...

Recuerda a las líneas de salida de olímpicas carreras.
A una estampida en llamaradas en las dependencias del eco.
Todo se anuda, precipitado, al cuello del viento:
¡Ristras de pañuelos! Bienvenidas y adioses.

Todo sigue la corriente de un rutinario
de plegarias hasta su desembocadura.
Y entonces se abre la puerta tan esperada,
—la gran puerta donde arriba el viajero
ávido de indicios por descubrir—.

De par en par se muestra la ancestral memoria
en los ramales lucientes de su arboladura.
Las jaulas humanas, cercadas de pasado,
trasnochadas en violines de rojo y gris;

los barcos de guerra que ahora son palomas.
Nobles paraísos, iluminados,
vislumbran los sueños de la ciudad cautivadora
de almas. Mon amour, Varsovia: Je suis ici! 

🌹🌹🌹

(Poème recueilli dans mon journal Voyage, Août 2018).


Clarisa Tomás Campa. © All Rights Reserved.

Palacio de la Cultura y la Ciencia de Varsovia. (Pałac Kultury i Nauki).

Krakowskie Przedmiescie.

Panorámica de Varsovia (Panoramiczny z Warszawy).

Gracias, lector.

Feliz tiempo, allá donde te encuentres...
Bon moment, où que tu sois...
Щасливий час, де б ви не були...
Szczęśliwy czas, gdziekolwiek jesteś...
Happy time, wherever you are...

Gracias, lectores. 🙏
Merci beaucoup à tous!

Nota: Las imágenes de este post no me pertenecen, están tomadas de internet y solo tienen permiso para uso editorial. Gracias.

sábado, 28 de enero de 2017

EL TIEMPO PINTADO

Óleo del artista francés Paul Cézanne (1839-1906). "Montagne Sainte-Victoire" (1895).

Clarisa Tomás Campa. © All Rights Reserved.
La lluvia
ha borrado mis acuarelas,
pero sigo pintando en ti
y en los recuerdos...
Estoy llena
de vivos sentimientos.
Desde mi orilla.

El tiempo pintado

Cuando acariciaba flores,
 veía tierra sudorosa y grama.
Cuando lavaba sombras,
descubría pequeños brotes de sonrisas
a punto de ser sazón.
Cuando buscaba alondras,
las nubes encogían precipitadamente
y se volvían espejos luminosos,
ventanales donde mirar ausencias.
Cuando pintaba, solo me nacían montañas,
las montañas salían de mí y llenaban mi casa...

Pinté montañas tristes y arrugadas
con el carmín grosella de mi madre,
y ella las guardó en su regazo mucho tiempo,
decía que eran iguales que su tierra...
En la pared más vieja de la casa
dibujé una montaña temblorosa,
que se hacía elástica y graciosa
como una montaña recién salida de su cuna.
Mis hermanos la llamaban “monperroña”,
porque en las noches ladraba
y asustaba a los sueños...
El día que nos fuimos de allí,
la recuerdo aullando en el balcón...

Pintando, pintando, encontré unos zapatos
llenos de mundos por pincelar y, con ellos me estampé
en todos los muros que no pude saltar,
donde perdí el miedo y gané en audacia...
Le agradezco a los días sus ojos abiertos
que miraban por mí, despertaban en mí...
Nada es mejor que la vida despierta:
¡despertar y vivir!

Y en todas las migraciones mías,
encontré senderos fuera de sus órbitas
despegados de sus mechones
que vagaban con ilusión...
Una estrella habladora por aquí;
un planeta sin nombre por allá;
un cometa inquieto dando vueltas,
ráfagas de luces en espiral...

Ahora que ya no pinto montañas,
me nacen abedules y pájaros azules,
pinceladas agrestes sobre este corazón
que a ratos se emborrona...

Y siempre en mi deambular,
algún secreto se dejó descubrir
abriéndome los ojos de par en par.
Alguno vino a mí con mano generosa,
acarició mi pelo y me hizo un guiño,
y me quitó mi blusa de ignorancias.

*****
Clarisa Tomás Campa. © All Rights Reserved.

*****

Porque estamos llenos de vivos sentimientos...

Gracias, lectores. 🙏
Merci beaucoup à tous!

jueves, 22 de septiembre de 2016

FORTUNA E INFORTUNIO DE WADADJÉ



Del libro: 
Contes et légendes de la Corne de l' Áfrique (Cuentos y leyendas del Cuerno de África).
Autor: Yves Pinguilly.
Ed. Anaya (2003).
Ilustración: Tino Gatapán.
Traducción: María Durante.

Entre el mar Rojo y el Nilo Azul, al este del continente africano, El Cuerno de África constituye un mundo aparte...
(…) todavía allí, hoy en día, existen lugares donde los cuentos y las leyendas siguen confundiéndose con la vida real”.

Hoy os comparto este precioso cuento (IV) del libro de Yves Pinguilly, libro que es una maravilla y que desde aquí lo recomiendo. Por supuesto, a los que estén interesados en la cultura africana y sus leyendas.
🌱🌱🌱

Fortuna e infortunio de Wadadjé

    Tal vez aquel fuera el país en el que los hombres leían el porvenir en las entrañas de las vacas... Siempre conviene estar enterado de las costumbres de un lugar antes de visitarlo.
   Varias veces al día, Wadadjé contaba y volvía a contar los ochenta táleros de plata y las veinte monedas de oro que tenía en el bolsillo. Caminaba, sin decirle a nadie si peregrinaba a La Meca o a Lalibela. El caso es que llegó a una ciudad, y allí se quedó a descansar y a pasar la noche.
   Al día siguiente, después de tomar unas gachas de avena y manteca, se disponía a reemprender el camino cuando, por primera vez aquel día, se le ocurrió volver a contar su fortuna. Nada. Tenía el bolsillo vacío. Por más que metió en él la mano izquierda, después de haber metido la derecha, allí no había nada. No tenía la ropa rota y no se la había quitado para dormir, y se había acostado del lado en que guardaba las monedas. Tuvo que admitir que ningún ladrón podía haberle robado su pequeña fortuna. ¡Así que él era el único culpable, el único responsable! Seguramente, las dos bolsas de monedas se le habían caído mientras corría en medio de las sombras de la noche en busca de cobijo.
   Se dirigió a un dabtara que le recomendó que se fuera a ver al sacerdote.
   El sacerdote escuchó lo que Wadadjé le contaba, y le dijo que intervendría una vez convenida una pequeña cantidad de dinero, cantidad que iría a parar a las arcas de la iglesia si se recuperaba la fortuna.
   El sacerdote ordenó inmediatamente que se proclamara la noticia, y antes de que el sol se encontrara en equilibrio en el punto más alto del cielo, todos los habitantes se enteraron de que un hombre había perdido dos bolsas llenas de táleros de plata y de monedas de oro. Se enteraron también de que quien las hubiera encontrado estaba obligado a devolverlas, bajo pena de excomunión y de no conocer jamás la dulzura del paraíso de los cielos.
   Azieb, al igual que los demás, oyó el mensaje del sacerdote. Ella había encontrado las bolsas muy de mañana, cuando volvía de comprar una qunna de teff.
   Mientras calentaba el horno y engrasaba la plancha para hacer una injera, se decía repetidamente: «Tengo que ir a devolver ese dinero, tengo que ir...». Extendió la masa formando una hermosa espiral sobre la fuente de barro y siguió diciendo: «Tengo que ir a entregar ese dinero, tengo que ir a». Cubrió la masa y dejó que se calentara. Cuando la injera estuvo cocida, la sacó del horno con un plato de mimbre. Luego Azieb, que llevaba una cruz tatuada en el cuello, se puso en pie y dijo:
   – Ahora mismo voy a devolver ese dinero.
Se untó el cabello con manteca perfumada y, cuando se vio guapa, se fue a ver al sacerdote que aguardaba delante de la iglesia, en compañía del dabtara y Wadadjé.
   – Aquí están las dos bolsas que encontré esta mañana. Tienen muchos táleros de plata y monedas de oro.
   El sacerdote cogió las bolsas, le dio las gracias y volcó las monedas en el suel. Contó ochenta táleros de plata y veinte monedas de oro.
– ¿No falta nada? – Preguntó el sacerdote.
Wadadjé, que estaba muy sorprendido de que le devolvieran lo que había perdido, miró por encima a Azieb y dijo:
   – ¡No puede ser, esa mujer me devuelve la mitad del dinero! Se ha quedado con la otra mitad...
   – No es verdad. Te he devuelto todo lo que encontré.
Azieb juntó las manos, alzó los ojos al cielo y repitió:
   – No es verdad. Te he devuelto todo lo que encontré.
Wadadjé pretendía que le devolviera lo que él no había perdido. Él pensaba que una mujer capaz de devolver una fortuna así con toda seguridad debía ser muy rica.
Él insistió. Y ella repitió:
   – Es todo lo que encontré.
  El sacerdote estaba muy molesto. ¿Quién decía la verdad? ¿El forastero que le había prometido una recompensa para la iglesia o aquella mujer con la cruz tatuada en el cuello? Ante el temor de no saber juzgar acertadamente, les comentó que acudieran al rey: él estaba acostumbrado a impartir justicia.
 Una vez en presencia del rey, Wadadjé hizo dos reverencias, dijo en voz alta y sonora:
    – Que Dios os muestre la verdad – Y a continuación declaró – : Tenía ciento sesenta táleros de plata y cuarenta monedas de oro. Esta mujer ha encontrado mis dos bolsas, pero solo me devuelve la mitad.
   También Azieb dijo en voz alta y sonora
     – Que Dios os muestre la verdad – Y a continuación explicó – : Yo he devuelto todo lo que encontré. « Todo» quiere decir «todo». No me he quedado con nada, no he robado nada.
  El rey les dijo que repitieran lo que habían dicho. Lo repitieron sin cambiar ni una sola palabra. El rey se quedó un momento reflexionando y, luego, sin consultar con ninguno de sus consejeros, dijo:
    – Tú, hombre, has perdido ciento sesenta táleros y cuarenta monedas de oro. O sea, que la suma que te devuelven no es la tuya. ¡Entrégasela!
Hablaba con la mucha autoridad. El sacerdote que acompañaba a Wadadjé tenía todavía las bolsas con el dinero. Se acercó al rey y se las entregó. El rey se volvió hacia Azieb y le dijo:
    – ¡Tú, acércate!
   Ella dio dos pasos e hizo una reverencia ante el rey. Este le dijo en voz alta, para que todos pudieran oírle:
     – Toma esta fortuna que has encontrado. Tuya es. Nadie la ha reclamado. No hay nadie en la ciudad que busque una bolsa con ochenta táleros de plata y veinte monedas de oro.
Azieb le dio las gracias y se fue a su casa a comer la injera en compañía de los suyos.
   Wadadjé se marchó de la ciudad, sin decir a dónde le llevaban sus pasos. Unos afirmaban que iba a La Meca, otros aseguraban que iba de peregrinación a Lalibela.

Ciclo de lecturas sobre cultura y leyendas africanas, 2016. (En un lugar de... ).
Gracias a todos.

🌱🌱🌱
Clarisa Tomás Campa. © All Rights Reserved.

Gracias, lectores. 🙏
Merci beaucoup à tous!


lunes, 23 de diciembre de 2013

ALAS DE UTOPÍA

Imagen del film: "Las nieves del Kilimanjaro". (2011). Director: Robert Guédiguian. Drama social. Basado en un poema de Victor Hugo, titulado: "Les pauvres gens".

CUENTO: ALAS DE UTOPÍA


El año dos mil trece fue un año muy malo.Vi morir a mucha gente en todo el mundo, vi crecer las desigualdades y ahora, éstas, forman la montaña más alta sobre la tierra. ¡Oh, Himalaya helado! ¡Karakórum muerto de frío!.
Y vi a la mentira caminar sobre tacones de aguja, por los pasillos de la Justicia, sin justicia alguna; y por los tribunales innombrables, de toda clase e índole parecida, entre las doctas doctrinas anacrónicas, fundamentos feudales, salones de Pilatos, semillas de diablos, mafias de corruptelas, señores de la guerra, señores de los bajos fondos monetarios, señores que abren y cierran las verjas, con su feudos de riquezas, con sus descabelladas ignominias, aplastando como aquel Atila, cualquier brizna naciente. La mentira altiva, la vi viviendo entre sus adornos, presumiendo en las testas huecas y en las cadavéricas ideas. Un carnaval de fanfarrias, un ensayo circense con mártires desnudos, un baile infrahumano, pisoteando a la agónica dignidad y a la inocencia, mientras cuatro jinetes apocalípticos cruzaban la tierra...
Y vi un mar embravecido atizar a la tierra, mientras la tierra se quejaba y se quebrantaban sus cauces; mientras se quemaba su flora, se aniquilaba su fauna, se rompía su equilibrio. Y vi las guerras de siempre con sus zarpas, y a las nuevas guerras proliferar en todas partes, mientras los poderosos se repartían esclavos; y vi a la violencia solícita, levantar su cola de serpiente y dejar su rastro...

El corazón se ha quedado mudo. La tierra está llena de corazones mudos, flotantes, invisibles a la opulencia; invisibles a los edificios hechos con sangre y llenos de riquezas.
Son corazones invisibles a esos que ríen desde sus atalayas; ésos que llevan al desahucio a miles de corazones desamparados; ésos que enferman a sus hijos con regalos manchados con el llanto de otros niños, mientras roban el pan y los salarios; ésos que acaparan privilegios, y viven en sus paraísos, mientras besan a santos y tapan la boca del hambriento con un credo. ¡Falsía de los tiempos!
Yo he visto convertirse a un hombre en monedas, literalmente; otros, en lujosos brillantes; algunos, por la boca y los ojos les salían billetes escupidos y enrollados, cual bola de estiércol de escarabajos peloteros.  Y he visto el helor en las caras de los gobernantes. Sí, creo que en el año dos mil trece, comenzó una nueva glaciación; ésa, que los visionarios venían anunciando desde hacía tiempo.
El año dos mil trece fue el peor año sobre la tierra, y tristemente, la tísica conciencia enmudeció. Ése, fue el signo que indicaría lo peor de esta era glacial. Conciencia muerta: mundo sin Ley.
Es cierto que ha habido otros tiempos anteriores muy malos, pero nunca moría del todo la esperanza, y al siguiente año, brotaba algo de conciencia. Pero el año dos mil trece, fue también el año de la desesperanza, de la conciencia muerta, y su semilla ya no se encuentra. Será difícil poder sembrar sin ella... 
Todo fue corrupto. Todo fue perdido. Murieron ¡muchos!. Muchos niños, muchos perros, muchos árboles, muchas flores...
Ahora, que nos aproximamos al año venidero, leo a los viejos maestros, y realmente todo estaba escrito. El visionario intuía este desorden sin conocimiento, el asalto a toda bondad de la vida, el estrepitoso derrumbe del sentido común. La era de los "pies descalzos".

Hoy, sin más aviso, una parte del cielo se desplomó de golpe. Hay un gran boquete sobre el techo del mundo y creo que los que van descalzos, ya no tienen estrellas que les alumbren en su negro caminar. Todas han caído.
Como podemos, algunos, arrastramos viejas esperanzas utópicas, soñando aún con lo indeterminado, con aquel cuento no escrito, a ver si de tanto anhelar, llueven rosas; rosas misteriosas, con aroma a pan de miel...  La utopía tiene los días contados (cuentan los apocalípticos), pero yo me rebelo y rebelo. La palabra es mi aliada y aún espero rosas.

Sufro una crisis de existencialismo en medio de una enfermedad incurable y bastante común: fiebre de incomprensión.
Me siento como aquel niño que agoniza de hambre, mientras su madre aún lo acuna y le estira los huesos, y él, sólo ve a otros niños que ya no tienen madres cómo son devorados por los buitres, mientras sus ojos aún no se han cerrado. ¡Ven dulce sueño!, cierra mis ojos...
Sufro el despojo de la dignidad, la absoluta inclemencia, la desilusión de la vida que se marchita sin una respuesta, sin un alcance, como un punto de luz en un cielo distante...

Tantos huérfanos viajeros sin lugar en la tierra, porque otros así lo han decidido. Porque nuestra heredad nos han robado, y los dirigentes de las patrias nos han abandonado a esta suerte de los que van descalzos. Codicia y avaricia de los que roban todo; de los que han despojado a los niños de su cielo y sus alas.

Hoy atenazan con fuerza una vergüenza errante, y, una impotencia grande. Gente sin techo vaga... Pero los niños sin tierra, los desheredados han comenzado a contar de nuevo la historia, y escriben en la tierra sobre el barro, con sus pies desnudos, con sus manos de claveles y rosas. Quieren escribir su cuento, oír otro cuento, vivir otros finales. Los descalzos del mundo se han aliado, tejen escaleras y trenzan razones. Se han propuesto subir muy alto, más allá de los cielos de "Cazador". Y Orión les espera con su flecha de luz.  Y hasta las piedras se visten con chispas de colores y simulan ser estrellas.  Las raíces del mundo quieren brotar de nuevo, han de brotar. Brotarán. 
Mientras los "ajenos" al mundo viven sus historias teatrales, cantan sus mentiras y se consumen en sus vanidades, los descalzos del mundo, han subido a las nieves del Kilimanjaro, y él, se derrite, se derrite... 
Mañana se asomarán a un ventanal del alba, desde allí, han decidido lanzar cartas y una rebelión de palabras que harán sus peticiones, a esos transeúntes celestes que pasan lejanos al final de cada año, y que son navegantes de los cielos, reyes magos sin magia, que solían repartir bondades y zapatos llenos de esperanza, allá en otros tiempos. Todos saben, que aquellos cuentos de camellos cruzando el desierto y renos remando por los cielos, los inventaron los pobres que habitaban en las tierras sin nada, para calzar sus noches descalzas. Todos saben, que por la tierra de los descalzos, hace siglos no pasan, y que el señor Consumo Global, acaparó toda su carga de solidaridad y la llevaron a otros paraísos terrenales privados. Pero ellos también saben, que las acciones conjuntas generan fuerza; que los cambios ocurren, cuando se da la vuelta. Que solidaridad es la raíz de la Tierra. Que todos los descalzos del mundo, unidos, si fijan su mirada en el cielo, harán que lluevan rosas.
Y este empeño contagia, la utopía persigo. Miro por mi ventana: pido unas alas...

Del libro de cuentos y relatos "Ojalá lluevan rosas", por Clarisa Tomás.

NOTA:
La película "Las nieves del Kilimanjaro" de Guédiguian, no tiene relación con la película dirigida por Henry King en 1952, basada en una novela de E. Hemingway y que tiene igual nombre.  La obra de Guédiguian está basada en un poema de Víctor Hugo, titulado “La pobre gente”, y que él adaptó el final poético (de forma libre). El poema relata la historia de un matrimonio con cinco hijos y pocos recursos económicos para sacarlos adelante. A pesar de ello, cuando una vecina madre de dos niños muere, el matrimonio los adopta, ya que se han quedado totalmente solos. Esa grandeza de la gente pobre, muy pobre, se refleja en esta película, y que su autor ha sabido trasladar al mundo contemporáneo, abordando problemas sociales del momento actual, en la idea de que: "La esperanza está en la reconciliación de la gente pobre". Una ventana a la posibilidad de ser felices, aún en la pobreza, porque ser pobres no significa ser miserables. Los problemas sociales y la solidaridad entre los trabajadores ha sido una constante en las obras de Guédiguian. Su talento creativo lo basa en un pensamiento de Jean Jaurés: "Comprender lo real para ir hacia lo ideal". De ahí, que en sus obras, los problemas sociales suelen tener relevancia.

Fragmento I del poema de Victor Hugo: "La gente pobre"
Es de noche. La choza es pobre, aunque segura.
Sombrío es su interior, mas algo se percibe
que irradia entre las sombras de su oscuro crepúsculo.
Redes de pescador cuelgan de sus paredes.
Y al fondo, en un rincón, una vajilla humilde,
encima de un arcón, destella vagamente,
y una gran cama adviértese, echadas sus cortinas.
Cerca, un colchón se extiende sobre unos viejos bancos,
y cinco niños sueñan en él como en un nido
de almas. El hogar donde unas llamas velan
alumbra el techo oscuro, y una mujer, de hinojos,
la frente sobre el lecho, reza y piensa, agitada.
Es su madre. Está sola. Blanco de espuma, afuera,
contra el viento, las rocas, las sombras y la bruma,
el torvo Océano lanza sus oscuros sollozos.

Gracias, lector. 📚🙏