No sé si esa piel es conocida
de mi sangre.
Si ese trozo de angustia
estuvo una vez en mi zapato.
No sé si ese dolor es parecido
al que me habita,
el que sobrecoge mi vientre
y domestica mi alma.
Si aquella rama erguida
que mira al cielo báltico
es la ilusión de mi gen ancestral,
del que ya no queda rastro.
Tal vez ese mundo que pasa alargado
en las rosas del tiempo,
es imaginación que alguna mano pinta
en una esquina del triángulo.
No sé si Dios es el invento
del niño de ojos azulados
que jugaba en mi calle cuando yo era niña,
o es el dibujo de un hilo de nieve
recordando el milagro de su nacimiento;
no sé qué hago yo, silueta breve al viento,
en esta tierra de belleza inefable,
visiblemente tan desgraciada,
aparentemente tan deslumbrante.
Todo es desconocido en este río lleno de peces
donde los verbos fluyen y el trigo cierne.
Nacer, saltar; correr, morir... ¡Vivir, soñar!
Aprendo del agua bulliciosa
y nado sobre el rumbo horizontal
que aflora una y otra vez,
asida voy a la hoja que me lleva,
como si fuera un vocablo a punto de explotar...
Y me pregunto, oh Creación,
mientras febrero se quita la camisa
sobre la joven hierba que ya asoma:
¿A dónde va la voz que no se escribe?
¿Esa letra de ti, esta línea de mí?
¿Ese trozo de aliento en el derribo?
El desnudo que siento entre espalda y corazón...
🌻🌻🌻