Lunares de nuestra vida
He dibujado un lunar color ciruela
en tu mejilla dorada y sincera.
Te pinté graciosas hileras de
lunares
a modo de bigote al estilo de
Orwell,
para ver si te rebelabas..., o sonreías...
Encontré tu foto de ayer, eclipsada
estaba
entre los recuerdos de esta mañana
triste,
junto a un viejo ejemplar de Romeo
y Julieta
que tú me regalaste, con las hojas
ya libres.
Te gustaban las faldas que dejaban
al aire lunares soñadores, y más
arriba,
los boquiabiertos lunares como besos
en los estrenos de las primeras
nieves.
Las chicas con pecas bajo el sol de
agosto
al trasluz de territorios liberados.
Anhelabas las sorpresas quinceañeras
de nuestros lunares alborotadores,
las tardes sonrosadas en los veranos
lisboetas, volando Cometas en el cielo.
Entre risas y cantos, los buenos
amigos
narraban una a una tus rebeldías,
tus primeras
cordadas por el espacio del tigre...
¡Oh viento perfumado de ambrosías!
Ya entonces las montañas se morían por tu hado,
con sus voces sirenas te atraían bajito,
en tu pecho enredaban sus melenas fluviales.
Qué belleza era el mundo en el
nacer de la rosa,
entre tartas de fresas y tu dulce guitarra al ritmo de Folk,
cuando tú eras The Hobbit más
hermoso del Chiado
y sanabas las grietas del Jazz
dolorido.
A la sombra del sauce el violín como
un mirlo,
jugaba en la barca que el tiempo
doró, y tú,
con tu acento lleno de lugares, cantabas
en la tarde canciones de amor.
A orillas del alba nacía una flor
de tu eco de labios, con su aroma fragante
endulzaba las calles del viejo Belem,
y en los ventanales, Grandes esperanzas.
Ciudades
de tu pelo vienen a visitarme,
me
traen aquellos libros y nuestra amistad
de
lazos duraderos, que giran y giran
como frescos vencejos alrededor de
Ulises...
Pintábamos lunares en
las aletas
de los barcos, con los ojos
cerrados,
pintábamos de azul soldaditos sin guerras,
corajes dorados en las Banderas de nuestros
padres.
Parece
que fue ayer... En las
Hojas de hierba
el mar como un rayo de trigo maduro,
los jóvenes ríos sin miedo al dolor.
Ayer supe que te fuiste y aún no me
lo creo.
Te has ido sin adioses en El
viento de la luna...
—Nos
lo dijo Paul— en un mensaje
abstracto
que duele como un patio sin niños... sin dulzuras...
«Bastiam
dejó de respirar,
se apagó su risa astral.
Nuestro hipster alocado
se
alargó On the Road».
Un dolor me ha crujido como un grito en el daño...
He sentido que el pecho me explotaba
y se iba a Los lugares que te
asustan.
Mis lunares vencidos, desmayados se
arcillan,
lloran sin consuelo, sin medida,
¡sin vida!
Matar a un ruiseñor
¿no dicen que es pecado?
¡Qué será de nosotros sin el loco
martilleo de tu corazón gigante!
La tarde está vacía, quebrada quedó tu huella
por un cometa que interrumpió los
pasos.
Ahora nuestros brazos tienen temor
de caer en el profundo oscuro de la
nostalgia...
Desviaremos el camino de los besos, el frío;
arañaremos las cumbres que te
arden...
Nos ha quedado solo Medio sol
amarillo,
un terco gemido se pierde en la
distancia...
Leopardo de las nieves de ojos marinos
¿qué será de tu amada montaña tibetana?
¿Te has dormido en el cuenco de la esperanza?
Ya las garzas arriban en el puerto
del cielo...
¿Cómo dormiremos sin tu fiel
ronroneo?
¿Quién nos lamerá los lunares del
alma?
Sin la huella viva de tu blanca
garra
¿cómo volveremos a ser Un grano
de trigo?
¿Quién nos llevará junto a
Siddhartha?
¿Cómo remaremos sin tu alegría
hasta
La isla de los amores infinitos?