Nuestra casa tenía
doce tejados.
Mi padre la hizo así
pensando en los doce
árboles
que abrazaban el camino
a la ciudad de Antigua,
donde él vivió de
niño.
Nuestra casa tenía
veinticuatro ventanas.
Mi padre quería
doblemente iluminarse en la luz de cada mes
del año.
Él pensaba que hay que
mirar
el paisaje desde todos
los ángulos,
que el pecho ha de
estar siempre abierto
a la danza del corazón,
para aprender a
sujetarse
cuando el fuego de la
edad ya no es un niño...
Nuestra casa tenía
cuatro puertas
abiertas.
Mi padre quería
honrar la memoria de
las estaciones.
Y en cada puerta
gravó una palabra
aprendida de sus mayores,
con su eco dorado y su trazo imborrable:
"Fuerza";
"Amor";
"Humildad";
"Sabiduría".
Las cuatro esperanzas
de su cosecha...
Lo hizo así para
recordarnos
que la vida es un abrir
y cerrar...
Los ojos, la boca;
el corazón, los
brazos...
Y quizás nunca
inocentes, nuestra casa sabe
de nuestras
travesuras...
Mi padre quería
un diálogo permanente
con el dios soldado que
halló
tendido en el camino de
sus guerras.
Con las pequeñas
piedras de sus errores,
le hizo unos zapatos a
nuestra amada casa,
a prueba de llagas, con
puros motivos que ya no importan,
porque mi padre quería
una casa
que nunca se derrumbara
ante la soledad...
Siempre había un
descanso para los pies
que llegaban desde
otras fronteras,
esperanza para el que
traía un nudo en la garganta.
Recuerdo nuestra casa
como un lugar sin
horarios y sin fechas;
rodeada de cedros y
montañas de punta en blanco
al toque de queda, sin
amarguras,
nuestra casa era como
un gran barco
infatigable, cargado de
almohadas para el desconsuelo.
En el jardín
ronroneaban pasos intrépidos,
y miles de luciérnagas
bailarinas giraban,
como aquella entre
nieves de mi bola de cristal
regalo de mi abuela
Yildaryn.
Nuestra casa tenía
cielos traviesos
cargados de héroes
que jamás murieron,
viveza insurgente
alfombrando los suelos.
Mi padre la decoró así
para salvar nuestra infancia
de todas las tragedias
que nos perseguían,
también de aquellos
tanques de los tristes días...
Nuestra casa tenía
doce tejados,
mi padre la hizo así
para que aguantase las
heridas del vivir
y el crujir de los
huesos cuando llega el silencio...
Para que aún después
de idos todos los recuerdos
de sus paredes
garabateadas,
nuestra casa guardara
la memoria del tiempo.
Nuestra casa tenía...
¡Oh soledad de la casa
de mi padre, no te extiendas
como un amado hasta mi
pecho!
💧💧💧
Clarisa Tomás Campa. © All Rights Reserved.
Note: Este poema está dedicado a mi padre. Pertenece al poemario "La colina es blanca, el pájaro azul", aún inédito. Realmente él supo construir una casa a prueba de terremotos, y apenas con sus manos humanas y su gran bondad. 🐾💧🐾🌱😘 By happy!🙋♀️
Gracias, lectores. 🙏
Merci beaucoup à tous!
Pieza musical en memoria del terremoto de 1999 en Izmit, Turquía. Murieron más de 17.000 personas.
Acudieron expertos en salvamento de 19 países, entre ellos 2 equipos de rescate españoles que salvaron muchas vidas. (Hay algo muy personal en esa tragedia).
Mi padre me dijo una vez: "Cualquier terremoto puede destruir nuestra casa y con él nuestros sueños. Pero lo importante es que el paso del tiempo no destruya lo que fuimos en vida; lo que somos de verdad". Por supuesto mi padre hablaba de la fortaleza del Amor...